Cómo Trump y Putin redibujan la Nueva Ucrania
Con la segunda llegada de Donald John Trump a la Casa Blanca, se abren escenarios variopintos. En las altas esferas diplomáticas se barajan cuatro posibles salidas negociadas. Por Federico Winer Desde Zurich. Los círculos diplomáticos que se juntan esta semana en Davos coinciden en que la Ucrania nacida del referéndum tras la disolución de la Unión Soviética en 1991 ya no existe, al igual que las promesas del presidente Volodymyr Oleksandrovych Zelenski (1978) de recuperar militarmente los territorios perdidos con Rusia de Crimea (2014) y el Donbás (2022). Ahora, con la segunda llegada de Donald John Trump (1948) a la Casa Blanca, se abren escenarios variopintos sobre qué soluciones y Estados surgirán en la región. Una cuestión clave para un eje euroasiático en plena transformación geopolítica.
Primero. Este cronista trabajó en el Donbás en la última década y puede
afirmar que, cuanto más se avanza hacia el este, más críticas hacia la
“casta” de Kiev se escuchan. Por el dinero, dado que el PIB de los
oblasts de Luhansk y Donetsk, hoy repúblicas bajo tutela rusa, oscilaba
de 650 a 1500 USD anuales, diez veces menos que en la capital, según
datos oficiales (link). Y dos, porque como en otros enclaves de los
viejos países integrantes del Pacto de Varsovia (1955-1991), quedó una
división étnica entre locales y rusoparlantes.
Por eso cuando Joseph
Robinette Biden (1942) y su administración (2021-2025) lanzaron su
paquete de sanciones amplificado por los think thank de occidente, se
reavivaron odios étnicos a niveles previos de la Guerra Fría. Ahora,
tras casi 36 meses de batalla abierta y con rumor de solución
diplomática, esta columna indaga sobre la profunda cosmovisión rusa en
el área, para poder desentrañar los papeles que presentarán en una
potencial negociación.
Segundo. En el discurso de la “Operación
Militar Especial” del 21/2/22, Vladimir Vladimirovich Putin (1952)
afirmó que Ucrania fue un invento de los bolcheviques en 1917, liderados
por Lenin, seguido «erróneamente» por Stalin y Kruschev con la cesión
de territorios. Más tarde, repitió esta idea ante Tucker Carlson en una
entrevista récord de vistas en Twitter (X), plataforma del imperio tech
de Elon Musk (1971), quien mantiene comunicación directa con el gobierno
argentino.
En diciembre, un artículo de Dmitri Trenin (1955),
miembro del Consejo de Política Exterior y clave en la nueva doctrina
nuclear rusa, hizo ruido en Profile.ru. Su carta defendió las anexiones
de territorios ucranianos bajo criterios de «civilización, cultura e
historia» y citó la experiencia rusa en Abjasia, Osetia del Sur y
Chechenia, pese al descontento de países como Georgia. La película
Mandarinas (2013) de Zaza Urushadze es una referencia clave para
comprender esos conflictos en el Cáucaso.
Para continuar entendiendo
el pensamiento profundo, es importante detenerse en Aleksandr Dugin
(1962), apuntado por occidente como Gurú del Kremlin y quien perdió a su
hija Darya en 2022 en un atentado. Hace días, Dugin afirmó en Radio
Sputnik que cualquier negociación se retrasará porque Putin necesitará
tiempo para explicar, de forma «convincente, histórica y cultural», que
Ucrania «es nuestro Estado». Una cumbre que podría concretarse en
Bratislava, Eslovaquia.
Tercero. Robert Fico (1964), astuto
sobreviviente de la política eslovaca y cercano a Moscú, se recuperó de
un atentado sufrido hace diez meses por un supuesto lobo solitario. Esta
semana se fotografió con Putin tras discutir recursos estratégicos, que
obligan a la UE a comprar gas ruso a través de triangulaciones en los
siempre amables bazares turcos. A esta postura se sumó Viktor Orbán
(1963), primer ministro húngaro, quien declaró en Kossuth Radio hace
horas que las sanciones deberían ser «tiradas por la ventana», lo que
generó malestar en Kiev, que respondió con apoyo a sus opositores.
Para
Zelenski, la economía es vital. En una conferencia pública, la semana
pasada reveló que la guerra cuesta unos «100.000 millones de dólares al
año», de los cuales su país aporta un 40%, EE UU un 35% y Europa el
resto. Ese financiamiento condicionado a comprar en selectas fábricas
occidentales fue siempre un caramelo de madera para su gobierno, porque
según estudios británicos habría necesitado tres veces más para armar
debidamente a su ejército. Así, los soldados amarillo y azules, sean
profesionales o conscriptos bajo el Decreto Marcial 64/2022, siguen
atentos un potencial recorte de la financiación, lo cual les llevaría a
un combate partisano en el mejor de los casos. Por eso, Zelenski bajó el
tono beligerante desde la derrota de Kamala Harris frente a Trump en
noviembre.
Cuarto. En las altas esferas diplomáticas se barajan
cuatro posibles salidas negociadas; a saber, ordenadas de menor a mayor
según chances:
1. Anti-Rusia, Pro Occidente: El deseo inicial del
nacionalismo ucraniano, pero que hoy es casi nula por las posiciones en
el territorio. Probabilidad: Muy baja.
2. Control Total de Rusia: Una
opción radical, que llevaría a una “reunificación” de Ucrania al estilo
del Imperio Ruso de hace dos siglos. El Kremlin no confía por el coste
de mantener el control en zonas afines a Lviv. Debilitaría en extremo la
imagen de la OTAN, haciendo un llamamiento al rearme de otros países de
la zona, como los bálticos. Probabilidad: Baja.
3. Makhnovshchina:
Dejaría un territorio sin ley clara, similar al limbo de Transnistria
(Pridnestrovie) donde viven 400.000 personas en la frontera de Moldavia.
Sería a otra escala, ya que Ucrania tiene más de 35 millones de
habitantes. Podría implicar la continuación de las hostilidades, de
forma más o menos explícita. Pese a estos reparos, la historia europea
tiene sobrada experiencia en escribir pactos de extraños: Utrecht
(1713), Viena (1814-1815), Versalles (1919), o Dayton (1995).
Probabilidad: Media.
4. Partición: División controlada en el que las
regiones fronterizas como el Donbás se alinearían con Moscú y Minsk,
mientras que los nacionalistas ucranianos se concentrarían al oeste de
Kiev y en vecinos como Polonia. EE UU conseguiría instalar bases
militares nuevamente en Europa. Zelenski obtendría una mejor solución a
las opciones #2 y #3, pero no llegaría a la membresía de la OTAN ni de
la UE. Apostaría al largo plazo, donde cambios en La Casa Blanca o el
Kremlin le abrieran otras posibilidades a la Ucrania de 1991.
Probabilidad: Alta.
Estos son los escenarios que se encontrará Milei
en los pasillos del Foro de Davos del que participará en Suiza. Ademas,
agotó las entradas a un promedio superior a 200 dólares por silla en la
conferencia libertaria del 24 de enero en Kloten, Zúrich. Si bien la
Argentina no tiene participación directa en la resolución, queda por
verse si el León liga su opinión a la alianza con EE UU, o si la matiza
en caso que Zelenski, quien vino a su asunción en 2023, o el Papa
Francisco en un potencial rol mediador.