Amnesia selectiva
Por Sandra Russo. Ahora que cruje todo, cada vez que hablo con alguien que votó y todavía banca a Milei, me sale con que “pero los últimos veinte años”, “pero los últimos cuarenta años”, “pero los últimos setenta años”. No hay nada del presente que puedan levantar. Estaba todo planificado: iban a sufrir, así que la culpa de lo que ellos hacen también la tiene el kirchnerismo, que dejó la lapicera en 2015. Ese balín (“ah, pero antes...”) --una frase hecha y repetida de altísima rotación-- entró, y cómo.. La mala educación de Milei, su violencia y su absoluta falta de escrúpulos pegaron en el centro de la insatisfacción de una zona del inconsciente colectivo. Una zona cuya latencia es pura oscuridad y resentimiento. Aunque esa fascinación que sienten los embaucados los obligue a autopercibirse siempre y bajo cualquier circunstancia como individuos, ese germen puede provocar desastres. Es precisamente ese germen lo que pudre al gobierno.
Está integrado por personas que solo se mueven de acuerdo a sus propios
intereses. Por eso ningún anarcocapitalista debería poder competir
electoralmente. Su propio credo avisa que gobernará para romper el
Estado y romper la vida humana para concretar sus propios intereses.
Milei “no entiende de política”. Encubre su ignorancia con el desdén del
zorro que desprecia las uvas que están fuera de su alcance.
Volviendo
al principio, la operación de sentido que hicieron con el pasado
reciente es asombrosa y una muestra del poder infinito de la
comunicación concentrada y las redes articuladas. Estas cosas prenden
cuando arrancan de una media verdad. Nadie debería tener tanto poder. No
es una metáfora, es en lo que siempre creímos, y no basándonos en
especulaciones, que tanto poder es incompatible con la democracia. Esta
locura de desasosiego y el riesgo enorme, grave, descarnado que sufre la
patria tiene como uno de sus pilares esa operación de alteración de la
memoria reciente. Lo que quiero decir no es ideológico, es más bien
gástrico y anímico, que como se sabe tienen mucho que ver entre sí.
Siempre
recuerdo, muy seguido, no sé por qué, los muros de Facebook entre la
primera vuelta y el ballotage del 2015. Eran un desfile infinito de
parrillas, los domingos, exhibidas como muestra de la energía proteica
que habíamos acumulado durante doce años. Las parrillas nunca mienten.
Están llenas o vacías. Como las panzas. Para lo que había sido este país
desde que teníamos memoria, había una fiesta, pero no del modo que la
derecha descalifica la palabra “fiesta” (esa palabra es nuestra, en
sentido positivo, en sentido vital, en la posibilidad de la celebración
incluso en días amargos. La mancha en la palabra “fiesta” es la pieza de
adoctrinamiento más antipopular y procasta posible). Ellos la invisten
de pecado, tabú, desmesura de los pobres diablos cuando aspiran a vivir
como seres humanos. No renunciemos a la fiesta que nos merecemos, porque
vivimos mil veces mejor hace diez años.
Todo eso fue prolijamente
condenado al olvido del habla pública. Los dueños de las cosas se
encargaron de anular ese período en los que millones fueron mirados por
la política por primera vez en sus vidas, taparon la épica y la alegría
con Stornellis, Lucianis, Bruglias, Majules, Viales y siguen las firmas.
Pintaron todo con lodo.
Pero también hay que acordarse de que cuando
todavía pertenecían a los sectores populares esas tiras de asado, esas
colitas de cuadril, los yogures, las computadoras, las escapadas de
finde largo y el orgullo del Arsat entre otras cosas, militamos a
Scioli. La Argentina de los veletas vendepatria tiene que quedar atrás.
Es sobre todo en eso que no podemos ser conservadores de ningún statu
quo. Porque precisamente por gente como Scioli hay una media verdad
sobre estos cuarenta años de democracia que ha permitido una
generalización amnésica. Los tipos que ya sabemos quiénes son, y que al
momento del armado electoral y con el ánimo de sumar, vuelven a
prenderse a la teta peronista. Quien suscribe ha activado en las últimas
elecciones por personas en las que no confiaba, incluyéndolo a Scioli. Y
la fatiga y la decepción son tan grandes, tan dolorosas, que ahora que
la mafia y fascismo se nos han puesto en contra, quiero saber con quién y
para qué voy a luchar. Metámonos los matices en la guantera todos los
que estamos dispuestos a volver a pelear por la independencia económica,
la soberanía económica y la justicia social. Pero no pequemos de
entrada tropezando por milésima vez con la misma piedra. Es por esta
clase de políticos profesionales y caretas que fracasamos. Son los que
le dan la razón a la falacia de Milei.