La guerra interna entre Milman y D’Alessandro
El trasfondo del Lago Escondido Gate: La guerra interna entre Milman y D’Alessandro
El misterio sobre cómo se produjo la filtración de los chats tiene algunas pistas. Los pases de factura y la pelea por manejar el Ministerio de Seguridad. La sombra de Stiuso. Por: Ricardo Ragendorfer Tiempo Argentino. Tras concluir el jubileo popular por el regreso triunfal de la Scaloneta al país, el tal Juan Pablo Arenaza –quien ahora carga sobre sus hombros la campaña de Patricia Bullrich en lugar de Gerardo Milman– se permitió una chicana en su cuenta de Twitter: Si te toman el Obelisco nunca vas a poder gobernar un país. La Argentina necesita orden para poder vivir en paz.
Esa frase, escrita en el marco de la feroz pelea entre su jefa y Horacio
Rodríguez Larreta, apuntaba sobre el pecho del ministro de Seguridad
porteño, Marcelo D’Alessandro, con quien ella también tiene cuentas que
saldar.
Lo cierto es que ese sujeto amañado y ambicioso posee
ensoñaciones de grandeza. Y hasta las verbaliza: “Si en algún momento me
toca ser ministro de la Nación, lo primero que hago es disolver la
PSA”, le confesó al juez Pablo Yadarola en un chat del grupo de Telegram
que integraba con sus compañeros del ya célebre viaje a Lago Escondido
(cuatro magistrados, un ex fisgón de la AFI, un experto en campañas
digitales, el procurador porteño y, en calidad de anfitriones, dos
alfiles del poderoso Héctor Magneto). Esa escapadita secreta –revelada
el 17 de octubre por el diario Página/ 12– terminó siendo para ellos una
desgracia. Y la posterior filtración pública del chateo para encubrir
el delito de dádivas –reveladas el 4 de diciembre por la revista digital
El cohete a la luna y Tiempo-, agravó el asunto.
Pues bien, esto
último saltó a la luz al ser hackeado nada menos que el celular de
D’Alessandro. Dado el área a su cargo, un papelón.
En defensa de su
buen nombre y honor, el abochornado ministro supo reconocer de mala gana
la intromisión pirata a su celular, y proclamó: “Otra vez la mafia
kirchnerista en su máxima expresión”. Larreta no le fue a la zaga, al
decir: “Estamos frente a una nueva operación del kirchnerismo, que
recurre a la manipulación de la información y al espionaje”. Palabras
más o palabras menos, dicho concepto fue esgrimido por todos los
dirigentes de Juntos por el Cambio (JxC) que opinaron al respecto.
Pero ahora parece que las cosas no fueron exactamente así.
Algo
de esto fue deslizado luego por la ex interventora oficialista de la
AFI, Cristina Caamaño, en declaraciones reproducidas el 13 de diciembre
por el diario Ámbito Financiero. “No me queda claro –dijo– si es una
interna con D’Alessandro o contra él”. Lo notable es que esa misma
creencia es susurrada en los pasillos de JxC, así como lo reconoció a
Tiempo un legislador larretista, no sin exigir la reserva de su
identidad. De modo que en el entorno del alcalde porteño le atribuyen el
hackeo y la filtración a Bullrich, con la venia del mismísimo Mauricio
Macri. Pero sólo puertas adentro, en cumplimiento de la omertá
partidaria. Una actitud que es acatada a regañadientes por el propio
D’Alessandro. Porque hay reglas que no se rompen, ni siquiera en el
ejercicio mutuo de la venganza. Y dicho sea de paso, esta “operación” en
particular es interpretada como un “vuelto”.
Hubo un tiempo no
lejano en el cual las profusas internas del macrismo se dirimían
solamente con declaraciones filosas y chicanas. Pero tras el fallido
magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, con el consiguiente
desplome político y personal de Milman, la rivalidad corporativa cobró
otra intensidad.
Es probable que fuera D’Alessandro el primero en
quebrar esos códigos ahora en desuso. De hecho, su animosidad hacia
“Jerry” –tal como se lo llama al otrora ladero de “Pato”– es proverbial.
Y por una razón de peso: durante buena parte del año, Mauricio y ella
ejercieron presiones sobre Larreta con miras a su reemplazo ministerial
por Milman. Algo imperdonable.
Entonces vio la oportunidad propicia
para exhumar del olvido un paso en falso de su rival, que en su momento
careció de trascendencia.
Fue durante una noche de abril cuando
ocurrió el escándalo del Peugeot 2008 Sport conducido por una de sus
tantas “asesoras”, Luz Lanusse Peralta Ramos, arrestada durante un
control vehicular con un registro falso, seguido por la furiosa llegada
de Milman a la seccional. Éste tuvo la mala fortuna de que una denuncia
suya contra un policía interviniente cayera en la fiscalía de un gran
amigo de D’Alessandro, el doctor, César Troncoso, quien desestimó la
acusación al uniformado, además de pedir a la Cámara Baja que evaluare
el comportamiento de Jerry.
Lo cierto es que el asunto recién tomó
estado público el 19 de noviembre pasado por intermedio del ministro de
Larreta, mereciendo así un súbito prestigio por sus dotes de
“tiempista”.
No era para menos, el automóvil involucrado –cuya
titularidad Milman justifico mostrando una tarjeta azul– pertenecía a
una metalúrgica proveedora de servicios al Ministerio de Seguridad
macrista (lo cual le valió una causa por dádivas), además de emerger
ocho facturas que, entre el 8 de agosto de 2020 y el 1ª de octubre de
2022, libró a esa misma empresa por un total de 1.269.000 pesos (lo cual
enloda de una manera palmaria a la propia Bullrich).
Pero la de
D’Alessandro fue una victoria pírrica: dos semanas después le explotó en
la cara el hackeo de los chats del Lago Escondido.
No es exagerado
decir que, desde entonces, en el pasillo más picante del edificio de
Comodoro Py flota un aire denso y pegajoso. Allí, entre los jueces que
disfrutaron de aquel memorable retiro espiritual, flotan dudas,
sospechas y una conjetura inquietante acerca del hacedor material de la
maniobra.
¿Acaso “Leo” se habría ido de boca?, es una de las
preguntas que los desvela. Leo es el ex titular de Legales de la AFI,
Leonardo Bergroth, uno de los viajeros. Ellos saben que es un confidente
del vidrioso Lucas Nejamkis.
No está de más reparar en ese
individuo. Se trata de un ex operador de prensa, reciclado en traficante
de influencias, al que en los últimos tiempos se lo vio junto al
célebre Antonio Stiuso en carácter de secretario privado.
Hay quienes creen que en él puede estar la respuesta a este misterio.