Bombardeo sobre el pueblo el 16 de junio de 1955
#NoNosHanVencido. «Lo más indignante es que hayan tirado a mansalva contra el pueblo (…) Es indudable que pasarán los tiempos, pero la Historia no perdonará jamás semejante sacrilegio. (…) Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión (…) Para no ser criminales como ellos, les pido que estén tranquilos; que cada uno vaya a su casa (…) les pido que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo, en estos momentos, que no cometan ningún desmán. No nos perdonaríamos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agregáramos nuestra propia infamia (…) Los que tiraron contra el pueblo no son ni han sido jamás soldados argentinos, porque los soldados argentinos no son traidores ni cobardes, y los que tiraron contra el pueblo son traidores y cobardes. La ley caerá inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su culpa ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. (…) El pueblo no es el encargado de hacer justicia: debe confiar en mi palabra de soldado (…) Sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue…” Juan Domingo Perón.
El bombardeo sobre la Plaza de Mayo ocurrido el 16 de junio de 1955 que --hasta donde hoy se sabe-- dejó un saldo de 309 ciudadanos civiles argentinos muertos y más de mil heridos. Una masacre perpetrada por aviones pertenecientes a nuestra propia Marina piloteados por aviadores argentinos entrenados por esa misma institución, supuestamente creada para defender a los ciudadanos que con su propio trabajo la mantienen y sostienen. Pocas veces en la historia universal ocurrió un episodio de estas características: fuerzas armadas (es decir, no grupos de tareas ni policías, sino militares con sus uniformes, aviones y equipos) ejecutoras de un hecho puntual tan aberrante y demencial efectuado contra su propio pueblo. En pocos minutos, gente de a pie; muchos que iban a sus trabajos; niños con sus padres que volvían o iban a la escuela; personas que salían del subte o que viajaban en colectivo; y otros reunidos tan solo para manifestar, yacían con sus cuerpos destrozados en plena Plaza de Mayo, la misma donde alguna vez el pueblo quiso saber de qué se trataba.