La energía abrió la caja de Pandora en la Unión Europea
Budapest bloquea el sexto paquete de sanciones, que incluye al petróleo, y pone en jaque la solidez del bloque comunitario, que empieza a impacientarse. Por María G. Zornoza. La energía abrió la caja de Pandora en la Unión Europea. Y lo que es más: está amenazando la unidad que el bloque comunitario había mantenido durante estos dos meses y medio de guerra en Ucrania. Hace una semana, la Comisión Europea presentó su propuesta sobre el sexto paquete de sanciones contra Rusia. Siete días después, continúa sin ser aprobado y se está convirtiendo en un auténtico dolor de cabeza en Bruselas. Siete reuniones a nivel de embajadores, un viaje exprés y de emergencia de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a Budapest y una llamada de Emmanuel Macron, presidente de Francia, no fueron suficientes para desbloquear el veto de Hungría y convencer a su primer ministro Víktor Orbán.
El Gobierno húngaro lo llevaba advirtiendo desde el inicio de la guerra.
No dará su luz verde a sanciones energéticas que pongan en peligro su
seguridad energética. Ya aceptó imponer el embargo al carbón hace un
mes. Pero aceptar hacer lo propio con el petróleo son para Budapest
palabras mayores. "Aceptar estas sanciones sería una bomba atómica para
nuestra economía", se ha defendido el Ejecutivo del Fidesz.
Hungría
es uno de los grandes dependientes del crudo ruso. Aunque no es el
Estado miembro que más importa. Finlandia o Lituania lo superan. Pero el
gran caballo de Troya del país magiar es su dificultad para encontrar
vías alternativas, ya que no cuenta con acceso natural al mar. Por ello,
una de las exigencias de los de Orbán es que el paquete que hay sobre
la mesa excluya las importaciones de crudo ruso que llegan a través de
los gasoductos. Su ministro de Exteriores alegó que el embargo total
supondría el incremento de entre el 55% y el 60% del precio del
petróleo.
Esta demanda pone al bloque comunitario en un aprieto, ya
que el sexto paquete –el más duro por su repercusión en la economía del
Kremlin– quedaría mucho más descafeinado y minimizaría su respuesta y de
alguna forma también su credibilidad. Bruselas propuso otorgar a
Hungría –y otros países altamente dependientes como Chequia o
Eslovaquia– un periodo de gracia de hasta 2024 para desengancharse. Pero
continúa sin ser suficiente. La respuesta húngara es inamovible: exige
que las sanciones solo se apliquen a los hidrocarburos que llegan por
vía marítima.