El juego del Truco y el de la Política Por el Dr Rodriguez Villafañe
No hay argentino que no recuerde momentos de su vida asociados a encuentros de amigos, con mate y partidas de “Truco”. Ese juego de cartas, tan consustanciado con nuestra nacionalidad, en su dinámica, más de una vez, describe y escenifica nuestra realidad política cotidiana y hasta nos define en algunos perfiles que nos caracterizan como pueblo. En el Truco, hay conciencia que se miente, que se dicen verdades a medias, aunque a veces se dice la verdad. Si se descubre la mentira se puede perder, -no necesariamente se pierde-, pero si no se descubre, se consigue ganar y lograr reconocimiento por el logro. Vale más el triunfo cuando se obtiene engañando a los otros y sin tener cartas buenas. En el jugador se valora, además, la habilidad, la verborragia, la audacia y la picardía.
También se apuesta a la suerte. Es machista, en el juego, el “macho”,
(as de espada), vale más que la “hembra”, (as de basto). Asimismo, se
recrimina al que no respeta las reglas, por ejemplo, inventarse un tipo
de señas diferentes a las previstas, pero, se festejan esas picardías,
si no son descubiertas. Lo mismo sucede en el caso, de mirarle las
cartas al adversario o preparar el mazo de cartas para obtener la mejor
jugada en el reparto de los naipes, (“hacer paquete”).
A lo que hay
que sumar que, en la jugada, participan pocos -2 a 6 jugadores-, y a los
que no juegan les está prohibido denunciar las trampas. Y, si alguno o
algunos de los que presenciaran el juego hicieran conocer una actitud
tramposa de un jugador, hasta aquellos jugadores que se benefician con
la denuncia, recriminarán a los denunciantes, porque “los de afuera son
de palo”. Los que no participan de la partida no tienen poder, solo
pueden ver, oír y callar; eso si, están autorizados a elogiar y festejar
las picardías de los que juegan y la habilidad para el triunfo,
especialmente, de los que ganaron utilizando la mentira, con cierta
“viveza criolla”.
Reglas del Truco, pero no para la vida Política
Como
se ve, al explicar la dinámica del Truco, en algunos aspectos, es tan
representativo perfiles de la vida política de la Argentina, a la mejor
manera de los nuevos juegos de realidad virtual que se activan en las
computadoras, celulares o en las Playstation.
El juego del Truco, en
su funcionamiento, configura una verdadera escenificación de paisajes
humanos de nuestro poder político, en su comportamiento interno y en la
interacción con la sociedad. Visto así, es necesario hacer un esfuerzo
para distinguir lo que es regla del juego criollo del Truco, de lo que
es una descripción de la realidad que nos toca vivir, en la relación del
pueblo espectador, con respecto a los participantes de lo que podemos
llamar el juego de la Política. Pero a diferencia del Truco, que tiene
un objetivo de divertimento, la comunidad toda debe tratar de cambiar
algunas actitudes que valen para un juego como el Truco, pero no para
configurar una modalidad de la política en una sociedad democrática, con
objetivos de bien común.
En Democracia, la regla debe ser la verdad y
no admitir excepciones como las “posverdades” (fake news). No debe
aceptarse el engaño como metodología para triunfar, -típico aspecto del
doble mensaje-, tan común en nuestras costumbres políticas
electoralistas. La ley debe ser respetada por todos, como el elemento
civilizador que caracteriza al Estado de Derecho y, en función de ello,
se tiene que rechazar toda salida tramposa que pretenda degradar la
vigencia y credibilidad de las normas fundamentales y menos transformar
en ley a las trampas, porque todo se vuelve tramposo. La igualdad y la
no discriminación deben ser las pautas de convivencia fraterna y
solidaria entre el hombre y la mujer. Por su parte, las acciones de los
poderes del Estado tienen que transparentarse e informar al pueblo
adecuadamente de su accionar y no depender de señas o códigos secretos o
ininteligibles, que marginen o permitan ocultar el debido control
social respecto del desempeño del gobierno de turno. Se debe poder
denunciar las trampas y requerir justicia y castigo para quienes no
respeten los derechos, los valores y los mecanismos propios del sistema,
cuanto más, si los responsables de las transgresiones ejercen funciones
gubernamentales. Y por sobre todas las cosas, la ciudadanía no puede
ser una convidada de piedra ante aquellos que detentan el poder, porque
en Democracia los que tienen las cartas nos representan y el pueblo es
el verdadero dueño del “mazo de naipes”.
El Truco no tiene la culpa
No
obstante, lo señalado, no puedo dejar de rescatar y resaltar, con
afecto, al gran juego criollo del “Truco”, porque la simetría de su
dinámica con la realidad política actual, no es su culpa, pretendía y
pretende sólo entretener. Además, me quedo con él, en lo que tiene de
mentor de alegría, cuna de lo fraterno y favorecedor de la fibra popular
y poética. Una partida de Truco es un espacio de expansión espiritual,
escuela de solidaridad y raíz de nuestra identidad cultural. Estos
perfiles del juego, son importantes a fomentar y de eso debemos
enorgullecernos, cuando ellos nos definen y representan; lo demás, es un
desafío a trabajar entre todos, en aras de construir un destino común
mejor y dignificante, en Democracia.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado constitucionalista cordobés
y Periodista columnista de opinión