Un año sin indicios del submarino ARA San Juan
Un año sin indicios del submarino y con la misma incertidumbre del primer día
Con información retaceada y muestras de desidia, el gobierno nacional siempre procuró enfriar la búsqueda del San Juan. El reclamo de los familiares se lo impide.
Por Pablo Taranto Tiempo Argentino
Eran las 7:30 del 15 de noviembre de 2017 cuando se produjo la última comunicación con el ARA San Juan, que retornaba con 44 submarinistas a bordo desde Ushuaia a la Base Naval de Mar del Plata. Recién dos días después se dio a conocer el primer comunicado oficial de la Armada admitiendo su desaparición, dando inicio al protocolo de “búsqueda y rescate” e inaugurando una trama de desinformación que sigue hasta hoy.
Desde el primer momento, la principal hipótesis de un accidente apuntó
al ingreso de agua por el sistema de snorkel del submarino, que habría
provocado un incendio en las baterías, posibilidad que el vocero de la
Armada, Enrique Balbi (nombrado la semana pasada agregado naval en la
embajada argentina en los Estados Unidos), relativizó durante doce días,
antes de confirmarla.
Las primeras dos semanas vieron
desplegarse en el Atlántico, a la altura del golfo San Jorge –última
ubicación conocida del San Juan– un enorme operativo de búsqueda con
barcos, aviones y avanzados dispositivos de prospección submarina
aportados por seis países, ayuda internacional de la que el gobierno se
ufanó repetidamente (pero que forma parte del protocolo del Ismerlo, la
Oficina Internacional para el Rescate y Escape de Submarinos), y que se
desvaneció apenas cumplido el lapso prescripto para este tipo de
operaciones.
Ocho días después de la desaparición, un informe
generado por la triangulación de sonares de la Organización del Tratado
para la Prohibición de Ensayos Nucleares, con sede en Viena, se confirmó
la detección de una “anomalía hidroacústica” el día 15, tres horas
después de la última comunicación del submarino, en esa zona del océano,
“consistente con una explosión”, o una implosión, efecto que produciría
la presión del agua sobre la nave a esa profundidad.
El 30 de
noviembre, Balbi anunció que la fase de búsqueda y rescate se daba por
finalizada, un tremendo golpe a las esperanzas de los familiares
reunidos en la Base Naval de Mar del Plata. Sin decirlo, la Armada
consideraba que ya no había sobrevivientes.
La búsqueda apuntó
desde entonces al lecho marino, a una profundidad que podía llegar a
superar los 6000 metros. En diciembre arribó a Comodoro Rivadavia el
buque ruso Yantar, equipado con vehículos sumergibles capaces de llegar
hasta allí. Se detectó un puñado de barcos hundidos y ante cada indicio,
volvió a dispararse la esperanza, pero sin noticias del San Juan, la
búsqueda se empantanó, y para abril el Yantar ya se había ido.
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Transcurridos
seis meses de la tragedia, ya parecía que lo único que quería el
gobierno nacional era olvidar a los 44 del ARA San Juan. Dispuesto a
lavarse las manos, incólume en su puesto, el ministro de Defensa Oscar
Aguad ordenó el pase a retiro del almirante Marcelo Srur, jefe de la
Armada. El Congreso conformó una comisión bicameral para investigar la
desaparición, por la que ya desfilaron decenas de miembros de esa
fuerza. Y el trabajo de la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yáñez,
(que procura averiguar no solo las causas de la tragedia, sino también
las responsabilidades que concurrieron para que sucediera y si, en
definitiva, el submarino estaba o no en condiciones de navegar), se ha
visto condicionado por lo que ayer mismo describió como “la complejidad
de encontrar un arma de guerra submarina en el fondo del océano”.
Comenzó
entonces la tragicomedia de la contratación de una empresa privada que
continuará la búsqueda. La oferta de una recompensa de 98 millones de
pesos a quien hallara el submarino fue oficializada por el Ministerio de
Defensa en febrero, pero la impericia de esa cartera en el diseño y
otorgamiento de la licitación derivó en la anulación del primer
contrato.
Recién en agosto, y luego de que los familiares
llevaran adelante una larga permanencia en la Plaza de Mayo, se acordó
con la empresa Ocean Infinity, especializada en la prospección submarina
de navíos hundidos (y que ya fracasó en la búsqueda del avión de
Malaysia Airlines perdido en el Índico), reiniciar el operativo,
estipulando que solo cobraría en caso de hallar el submarino.
El
último episodio de destrato a los familiares se dio pocos días atrás,
cuando la firma decidió unilateralmente suspender la búsqueda antes del
plazo previsto, situación que la Armada sólo se avino a corregir ante el
perplejo reclamo de quienes ya llevan un año batallando por la memoria
de los 44 submarinistas. El contrato con Ocean Infinity se extendió
entonces hasta abril.
Un año ya, sin noticias del ARA San Juan,
sin responsabilidades sobre su suerte aciaga, con incertidumbres que
lastiman porque son, merced a la inacción y al ocultamiento, tan
insondables como el primer día.