El día después de mañana
El día después de mañana
por Lic. Guillermo Moreno*
por Lic. Norberto Itzcovich*
por Dr. Claudio Comari*
Dos fines de semana atrás, nos llamó la atención que numerosos artículos, en diferentes medios y de distintos autores, incluyeran en sus títulos el potente término anomia. Oportunamente, en "Ay, Patria mía" (BAE Negocios, 7/5/18), también hemos reflexionado sobre esta noción.
Los conceptos, como toda construcción intelectual mediante la que intentamos aprehender el mundo que nos rodea, están sujetos a variabilidades devenidas de los marcos teóricos a los que pertenecen y las instancias analíticas de su empleo en particular.
Y aún cuando es claro que se trata de una polisemia, pareciera ser
oportuno debatir sobre las bases de las diversas definiciones de "las
anomias", bajo las que, en todas las circunstancias, subyace la
percepción de profundas disrupciones como parte de las transformaciones
en curso.
¿De la Supercrisis a la anomia?
En mayo de este
año, en la citada nota, alertábamos que "el autodenominado mejor equipo
de los últimos 50 años ha logrado que la Argentina enfrente una
situación de crisis sistémica, que puede resultar la más profunda de su
historia y que, por poner en riesgo la continuidad de la Patria como
tal, debe ser analizada en conjunto desde los planos político, económico
y social."Marcábamos, asimismo, que las derivaciones de la Supercrisis
arrastrarían consigo a todos los componentes de la alianza gobernante y
que, por lo tanto, recaía como una responsabilidad de la oposición, la
de proporcionar una alternativa capaz de evitar la anomia1, es decir la
situación de ausencia de regulaciones derivada de la disolución de una
arquitectura normativa sin que fuera reemplazada por otra.
Preocupados
por los riesgos de que, en el devenir de la Supercrisis económica, se
abriera paso dicho estado (al irradiarse los efectos disruptivos sobre
el plano institucional, transformándose así en una Hipercrisis),
examinábamos cómo la instauración de los nuevos "órdenes" que sucedieron
a las debacles gubernamentales de 1989 y de 2001, fueron posibles
merced a la previa existencia de actores ungidos de autoridad en
instancias previas. Ello fue lo que, en ambas coyunturas, impidió el
imperio de la anomia.
El sistema internacional cambia sus reglas
Uno
de los agudos analistas que reflexionaron recientemente sobre el tema,
caracterizaba como anomia mundial la actual depreciación de las
instituciones que regularon el sistema internacional durante el apogeo
de la globalización.
La caducidad de ese orden, con la caída en
la obsolescencia de los modelos universalistas dominantes en el siglo XX
-y sus pretensiones de uniformidad en los planos de la economía, la
política y la cultura- que fuera profusamente tratado en nuestros
artículos, ha dado paso a otro sistema de relaciones al que
caracterizamos como Nuevo Orden Internacional (NOI), en el que cobran
creciente importancia los modelos de desarrollo nacionales y que
expresan y promueven estadistas como Donald Trump, Vladimir Putin y el
papa Francisco.
Y si bien el paso hacia este NOI lógicamente
propaga las incertidumbres, es importante distinguir que la decadencia
de las reglas previas no necesariamente deriva en la ausencia de
regulaciones; no puede desconocerse que, por poderío económico, militar o
predicamento2, el principio de autoridad ordena las relaciones
internacionales.
Pensar que no hay reglas, podría resultar tan
errado como seguir ateniéndose a las anteriores, es decir, los
postulados del fenecido Consenso de Washington.
Porque
tratándose, en realidad, del surgimiento de nuevas normas, nuestra
responsabilidad está, en rigor, en su acabada comprensión, como
requisito indispensable para el delineamiento de una correcta inserción
de la Argentina en el sistema internacional.
Nuevas normas en la economía y la política
Así
como el pasado es la materia de análisis de los historiadores y el
presente la de los periodistas, el conocimiento de lo que va a suceder
en el futuro es parte del métier de los consultores.
En nuestro
caso, desde hace algún tiempo, venimos anticipando un cambio de ciclo,
que hoy es para muchos difícil de ver, tanto como lo fueron el año
pasado nuestras advertencias sobre la Supercrisis que hoy transitamos.
El
esquema económico de la alianza Cambiemos recorre sus estertores. La
causal estructural, expresada en la inconsistencia de los diseños de
política económica, radicó en la imposibilidad de establecer un modelo
de acumulación de capital viable.
En las economías modernas, la
posibilidad de reponer lo que se consume (reproducción ampliada) depende
de la tasa de inversión. El quantum que ésta alcance, intersectores,
determina, entre otros aspectos, el gradiente que ordena a los
beneficiarios centrales, secundarios y marginales, e incluso, en algunos
modelos (como los neoliberales), quienes quedan "descartados", al decir
del papa Francisco, de toda recompensa.
El necesario paso a un
modelo viable, involucra la dimensión de la política, ya no en términos
de ámbito de disputa de lugares de poder en un campo establecido, sino
en términos del propio diseño en sí mismo.
Nos enfrentamos
entonces, a un período en el que las litis por la distribución de los
espacios de las representaciones quedan secundarizadas por la dimensión
más amplia de la política, que no es otra que la que define quiénes
serán los ganadores y los perdedores a partir de instaurar un sesgo
distintivo en el proceso de acumulación de capital futuro.
Es tal
vez por ello que la noción de anomia se hace presente en tantas
reflexiones, ya que cuando las pugnas por los cargos decisionales en
juego se desarrollan dentro de los límites de un modelo establecido,
normalmente, las disrupciones institucionales no forman parte de las
opciones. No es este el caso de la Argentina de hoy.
Al igual que los consultores, los políticos están obligados a entrever el futuro, con una carga adicional: la de forjarlo.
Y es aquí que retomamos nuestra preocupación de impedir que la Supercrisis derive en la Hipercrisis, es decir, la anomia.
Dado
que, inevitablemente se avecina el momento de redefinir entre los
diversos sectores económicos los diferenciales (positivos o negativos
respecto del promedio) de sus respectivas tasas de ganancias, al ser
dicha pugna potencialmente disruptiva, le cabe a la política, en todas
sus instancias organizativas, encontrar, a pesar de lo complejo, las
formas de la continuidad de las instituciones, que amortigüe la
transición entre un proyecto y el que le suceda.
Un diseño para que ganen todos
Claro
está que no todos los modelos, sólo por ser viables, son necesariamente
equitativos; incluso algunos basan su sustentabilidad en la "exitosa"
exclusión de importantes segmentos poblacionales.
En estas
circunstancias y frente al clima de desazón que impregna a parte de la
dirigencia política, económica y social, consideramos oportuno desgranar
una visión sobre las condiciones necesarias para que la Argentina
retome un sendero de desarrollo económico con justicia social de modo
sustentable y permanente, al que llamamos MoDEPyS (Modelo de Desarrollo
Económico Permanente y Sustentable).
Decíamos ("¿Cómo seguimos?", BAE Negocios, 29/1/18):
"Para
implementar un MoDEPyS, es imprescindible que las dirigencias
gremiales, de empresarios y de trabajadores, lo hagan propio, y para
ello deben cumplirse, entre otras condiciones, que:
las empresas obtengan adecuada rentabilidad,
el mercado de trabajo tienda al pleno empleo, con salarios de alto poder adquisitivo, y
los sistemas de seguridad social sean suficientemente vigorosos,
asegurando así adecuados niveles de bienestar para el conjunto de la población."
Y
agregábamos que el despliegue del nuevo modelo de acumulación dependerá
de "identificar y maximizar los vectores de competitividad del aparato
productivo nacional, capaces de reducir los costos primos (en forma
intensiva y extensiva) de nuestras empresas, garantizando su hegemonía
en el mercado doméstico y potenciando su inserción en los
internacionales.
Dichos vectores no pueden ser otros que los
asociados a las rentas extraordinarias en la economía, es decir aquellos
beneficios redundantes, que se generan en el mercado,
independientemente del trabajo humano, y se obtienen a partir de ejercer
la exclusividad de explotación de algún recurso natural.
Estas condiciones, en nuestro país, las cumplen algunas tierras y la energía fósil."
Las
profundas transformaciones en el mundo (que favorecen la puesta en
valor de tales vectores en un todo sistémico), y las de la economía y la
política nacional, tanto justifican las preocupaciones por las
derivaciones anómicas, como el entusiasmo por un futuro venturoso.
En
este último grupo nos encontramos, confiando en los buenos resultados
del encuentro armonioso entre la política y la economía.
1-Anomia:
ausencia de normas. Es un concepto relevante del estudio “El Suicidio”
de Emile Durkheim, considerado como la obra pionera de la sociología. En
el contexto de tal investigación, describe la ausencia de regulaciones
que sobrevienen a un cambio de las prexistentes, atendiendo a la crisis
que provoca en los sujetos afectados.
2-Las fuentes de poder se
combinan en diferentes dosis. En el caso de los EE.UU. su predicamento
se basa en su poderío militar y económico, así como la musculatura
nuclear de Rusia amplifica su influencia, mientras que la voz del
Vaticano resuena como reflejo de un mundo que reclama equidad y paz
*M.M. y Asociados