La ruptura del contrato social conducirá a la ingobernabilidad y al default que se quiere evitar
PANORAMA ECONÓMICO
Default Por David Cufré Pagina 12
El plan económico del FMI tiene como exclusiva finalidad evitar el default antes de las elecciones de 2019 para darle alguna oportunidad al oficialismo de sostenerse en el poder. Mauricio Macri apuesta su futuro a esa estrategia cueste lo que cueste, pidan lo que le pidan. Cirugía mayor sin anestesia, como decía Carlos Menem. Si hay que cortar la tarifa social del gas mientras siguen los tarifazos y aumenta la pobreza se la corta. Si hay que despedir empleados públicos se despiden. Si hay que bajar la obra pública a niveles mínimos aunque ello multiplique los despidos en la construcción se la baja.
Si hay que soportar una recesión demoledora de empresas, trabajadores,
consumidores, inversiones se la soporta. Si hay que alcanzar el déficit
cero hasta eliminando pensiones por invalidez se alcanza. Si hay que
congelar la base monetaria aunque se disparen las tasas de interés se la
congela. Si hay que devaluar se devalúa. Si hay que someterse a un
shock inflacionario por la escalada del dólar se somete. Al presidente
no le importa si Christine Lagarde se apropia de la bandera argentina
para dar los anuncios desde Nueva York. No le importa si tiene que pedir
que los argentinos se enamoren de la titular del FMI. Desde el día que
advirtió que la corrida cambiaria lo ponía contra las cuerdas se lanzó
sin represión a los brazos del Fondo Monetario, de Donald Trump, de
Angela Merkel, de cualquiera que pudiera rescatarlo de una situación que
evaluó como terminal y que no podía resolver con su mejor equipo en 50
años. Solo agravó las cosas, y será todavía peor.
Para entender por
qué el plan del FMI otra vez no va a funcionar alcanza con releer el
párrafo anterior. Someter a las mayorías a graves pesares con la promesa
de un futuro brumoso es un fracaso en sí mismo y socialmente
insostenible. Como una olla a presión, el experimento terminará volando
con cualquier detonante. En 2001 fue el corralito. La ruptura del
contrato social conducirá a la ingobernabilidad y al default que se
quiere evitar. Lo advirtieron esta semana voceros insospechados de
heterodoxia, como la agencia de riesgo Moody’s y los consultores Miguel
Angel Broda y Miguel Bein. Pero conviene empezar con un rápido repaso de
los últimos meses para recuperar una mirada panorámica de cómo se llegó
a esta situación. El primer acuerdo con el FMI debía ser un cortafuego a
la desconfianza en los mercados y restablecer el crédito externo y la
bicicleta financiera, las dos piernas con las que caminó el gobierno de
Cambiemos desde el 10 de diciembre de 2015 hasta que Wall Street y el JP
Morgan se las mutilaron entre enero y abril. No funcionó. Se fue
Federico Sturzenegger, el dólar llegó a 28 pesos, la tasa de interés
avanzó al 40 por ciento, el riesgo país pasó de 350 a 700 puntos. La
desesperación creció. Se llegó al punto de mojarle la oreja a la propia
base electoral del oficialismo aceptando la vuelta de las retenciones al
campo, por más que el esquema haya sido ideado contemplando su propia
licuación por la suba del dólar. Un asesor directo de Trump aseguró que
el gobierno de Estados Unidos trabaja con el argentino en la vuelta de
la convertibilidad. Hubo una tibia y tardía desmentida. El dólar llegó a
40 pesos, la tasa de interés al 60 por ciento, se aceptó pagar una tasa
del 7 por ciento en dólares para renovar Letes a seis meses. El
Gobierno empezó a ver qué había al final del famoso túnel de Gabriela
Michetti. Ni brotes verdes ni segundo semestre. El default a la vuelta
de la esquina. Nicolás Dujovne bajó la expectativa de una economía
pujante a evitar una megacrisis como la de 2001. Se involucró a las
Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior. Se nombró al más
macrista de los ministros de la Corte al frente del tribunal. Se degradó
a medio gabinete, incluidos los ministerios de Salud, Trabajo y Ciencia
y Tecnología. Las reservas del Banco Central cayeron en 15.000 millones
de dólares, todo lo que había prestado el Fondo Monetario el 22 de
junio, en apenas tres meses. Y entonces Macri habló un minuto y medio
por youtube para anunciar que había acordado con el organismo de crédito
el adelantamiento de los desembolsos de 2020 y 2021 a 2018 y 2019. Era
mentira. La negociación recién entonces iba a comenzar. Wall Street
tardó media hora en confirmarlo y desató una nueva corrida, que esta vez
empezó a impactar en el sistema bancario con el retiro de depósitos en
dólares de las entidades financieras. Se empezó a negociar la segunda
versión del acuerdo con el Fondo Monetario. Lo que exigió el FMI es tan
extremo que no convenció ni al presidente del Banco Central. Luis Caputo
lo interpretó como un suicidio y no esperó ni siquiera al anuncio
oficial: renunció el día que Macri bailaba por ayuda en Estados Unidos,
en medio de un paro general. No quiso quedar pegado. Asumió en su lugar
el viceministro de Hacienda de una fuerza política que se cortaba las
venas por la independencia del Banco Central. El equipo económico de
Dujovne y Guido Sandleris anunció medidas tan descabelladas que Ricardo
López Murphy quedó como un poroto en la historia económica nacional con
su ajuste de 2001 que lo eyectó del Ministerio de Economía en apenas
quince días.
A través de los hechos se advierte que otra vez el
objetivo del renovado convenio con el FMI no es dar forma a un programa
de crecimiento económico que garantice el bienestar general y el repago
de la deuda. Solo busca convencer a inversores financieros que tienen
una oportunidad para volver a obtener rentas extraordinarias de un país
que está dispuesto a todo, al menos desde su Gobierno, para garantizar
que la inversión sea segura, al menos por unos meses. Es decir, el plan
es volver al punto de partida: ganar tiempo mediante la bicicleta
financiera y, en el mejor de los casos para los objetivos del
oficialismo, con la emisión de deuda. ¿Cuánto puede durar? ¿El final
puede ser otro que el default? No. La única esperanza de Macri es que no
le toque a él, caiga quien caiga. La oposición hace cálculos desde la
tribuna.
Las inconsistencias de los anuncios de Sandleris de
congelamiento de la base monetaria hasta mediados de 2019 con una
acumulación de inflación hasta entonces de no menos de 35 puntos, con
bandas cambiarias sugeridas e indexadas, con las manos atadas para
defender la moneda, con amortiguadores sociales desvencijados, brotan
por todos lados. Las marcan economistas de distintas corrientes, de
derecha a izquierda. El descontrol del tipo de cambio que ayer lo llevó a
42 pesos pero que en un mes nadie puede arriesgar a cuánto estará es un
factor potente de inestabilidad que impide recobrar una mínima
confianza. ¿Cuál es el rumbo? ¿Cómo se garantiza que puede funcionar? No
hay explicaciones coherentes que permitan estabilizar la nave. Si hasta
Forbes comparó el plan del FMI y Macri con un viaje en el Titanic. No
hay un camino de salida. Solo se dibuja en el horizonte un recorrido
amargo hacia el default.