LA COPA NO ES LA PATRIA, NI LA VIDA
LA COPA NO ES LA PATRIA, NI LA VIDAPor: Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado Constitucionalista
El campeonato Mundial de fútbol, desde hace tiempo dejó de ser sólo una puja deportiva. Particularmente ello se ha potenciado con motivo a la irrupción de las nuevas tecnologías en medios masivos de comunicación (TICs), asociadas a objetivos publicitarios y necesidades económicas y políticas de diversa índole. Así, la Copa Mundial de Fútbol Rusia 2018 ha sido, es y será un acontecimiento internacional que va mucho más allá de lo futbolístico.
Resulta evidente que los medios masivos han hecho que un partido de futbol reducido a los pocos que pudieran estar en un estadio pasara a convertirse en un espectáculo en el que millones de personas logran ver y sentirse partícipes en él, sin estar en los estadios. Con la ventaja de observar una y más veces repeticiones de las acciones, escuchar en directo los comentarios de las jugadas y ver diversos enfoques del juego. Incluso ahora, hasta el referí tiene el sistema VAR que le repite las jugadas en caso de duda.
Asimismo, la publicidad, unida al seductor impacto mediático, le agrega el condimento extra al suceso, ya que hace de los partidos un espectáculo tan imprescindible de consumir como los productos o servicios que se pretendan vender y además, todo el espectáculo, permite tapar, por un tiempo, temas que hieren a la sociedad. Opera como un verdadero placebo virtual y transforman un simple hecho deportivo en una verdadera aventura épica.
Caín y Abel
Así, con motivo del hermoso deporte del fútbol,
también, en forma evidente o subliminal, se montan mensajes que
encapsulan valores contrarios a los que se deben cultivar, para una
propuesta deportiva edificante.
Baste recordar, respecto de esta
última afirmación, y a manera de ejemplo, la canción que interpretaba
Ricky Martin, realizada para el Mundial de Fútbol de Francia ‘98,
titulada “La copa de la vida”. El producto musical, que en diferentes
momentos inundaba el espectro auditivo de todos y aún se la escucha,
pero que no mereció un análisis detenido de su mensaje, en un verdadero
embotamiento del debido juicio crítico en el tema.
En la canción
se sostenía, en lo que aquí importa analizar, que “como Caín y Abel es
un partido cruel, tienes que pelear por una estrella, consigue con honor
la copa del amor para sobrevivir y luchar por ella... Tu instinto
natural vencerá a tu rival”.
En esta mezcla tramposa y
contradictoria, desde una melodía y ritmo pegadizo, resultaba que había
que “conseguir con honor la copa del amor”, como el relato de “Caín y
Abel” -en el que un hermano asesinó al otro-, pareciera que, para ganar
el juego, se debe matar al adversario. Para ello, también, se tiene que
desatar los “instintos naturales”, que anulan la razón, los sentimientos
y el espíritu, porque solo de esa manera -según la canción- se lograba
vencer al rival. Además, se planteaba el triunfo como imprescindible,
porque es un objetivo para “sobrevivir”, por el que hay que “luchar” y
“pelear”. O sea, que si no se ganaba no se podía sobrevivir,
subrayándose, de esta manera, un verdadero vencer o morir. Pero todo
esto, haciendo rimar las palabras “honor” y “amor”, que en su
significado, obviamente, distan mucho de compadecerse con los objetivos
motivados por instintos primarios y criminales a los que se evocaba para
desarrollar un “partido” de fútbol que, en sí mismo, lo definía como
“cruel”.
Cabe recordar la canción del Mundial Fútbol Francia ’98
porque reflejaba y refleja las contradicciones desde las que, muchas
veces, se ha encarado y encara la puja deportiva mundialista.
Aún
más, en especial a nuestros jóvenes se les enseña que si no se gana y
se sale primero, nada importa. Aún más, sobrevuela el concepto que a los
segundos nadie los recuerda. En este aspecto, recordemos la absurda
sensación de frustración que inundó a la Argentina, cuando salimos
subcampeones, en el anterior mundial de Brasil 2014.
Argentina '78 y España '82
Más a lo referido hay que agregar el falso concepto de patria que se
maneja en la puja futbolística mundial. Una cosa es hondear banderas y
vivir una legítima alegría de argentinos, en un deporte que nos enamora a
todos y otra muy distinta asociar que pierde la patria cuando no se
gana. Incluso llegar a romper televisores y asumir angustias que no
caben, ante una derrota en un simple partido.
En esa visión
deformada, incluso los mundiales de futbol, a veces taparon y tapan la
patria profunda. Hay que recordar que cuando se salió campeón, en el
mundial de Argentina ’78, todos festejaban el triunfo futbolístico, pero
no cabía alegría alguna, en un momento, en el que en nuestra patria se
habían producido y se producían graves delitos de lesa humanidad.
También, con motivo del mundial de España ´82, muchos estaban
pendiente de la participación futbolística, cuando había compatriotas
que habían dado todo en la Guerra de Malvinas. En homenaje a ellos no
cabía participar entusiastas, en medio de lo vivido.
Ahora, el
fútbol no puede tapar y menos desviar nuestras verdaderas preocupaciones
como compatriotas. En la auténtica patria a compartir, en la que lo que
realmente debe dolernos a todos, son los pobres, los despedidos de la
agencia Telam, los desempleados, los docentes precarizados, los
mapuches, la justicia cómplice de injusticias, los jubilados y sus
carencias inaceptables, las empresas en crisis por la política
económica, los condicionamientos a los investigadores del CONICET, etc.
Todo nuestro pueblo y su sufrimiento son nuestra verdadera vida y la
Patria a asumir y mejorar.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado Constitucionalista y
Periodista columnista de opinión