Administración del comercio exterior, un imperativo del ahora
Administración del comercio exterior, un imperativo del ahoraEspecial para BAE Negocios
por Lic. Guillermo Moreno*, Lic. Norberto Itzcovich* y Dr. Claudio Comari*
Macri no pudo revertir la decisión del presidente francés Emmanuel Macron sobre subsidios
No hay peor sordo que el que no quiere oír, enseña la sabiduría popular y lo confirma el oficialismo, que se niega a reconocer la transformación operante en el mundo actual. Pese a que los datos más destacados de la reciente gira presidencial por el continente europeo fueron la reafirmación de Donald Trump de su consigna "(Norte) América Primero" y la negativa de Emmanuel Macron de suscribir acuerdos perjudiciales para los productores agropecuarios franceses, el Gobierno Nacional se empeña en su consigna de "abrazar la globalización".
Al tiempo que potencias económicas como Estados Unidos, Gran Bretaña,
Rusia o Francia incrementan y perfeccionan los instrumentos regulatorios
que mejoran la performance de sus empresas y sus mercados de trabajo,
en la Argentina (como otrora lo hicieran fallidas experiencias), se
desmontan los mecanismos de administración del comercio exterior,
favoreciendo la prelación de las producciones extranjeras por sobre las
locales.
Las adscripciones ideológicas de este Gobierno inhiben
cualquier ilusión de que el desencuentro con la etapa histórica mundial,
que caracteriza la actual política comercial de nuestro país, sea
revisado.
No termina de aprehender que una regulación minuciosa del
comercio exterior es un imperativo categórico de la sustentabilidad
económica de las naciones.
Justificación desde el orden teórico
Partiendo
de la base de que, mayoritariamente, las relaciones entre los agentes
económicos de los diferentes países no son colaborativas sino
competitivas, el análisis1 de la relación entre:
- el abastecimiento de un insumo estratégico y,
- la utilización del resto de los factores de producción,
explica el porqué de la necesidad de las regulaciones sobre la comercialización de algunos bienes.
La
cotización del barril de petróleo, que pasó de oscilar en la franja de
los u$sS30 a la de alrededor de u$s68 entre enero de 2016 y el mismo mes
de 2018, en virtud de las decisiones de control de la producción de los
países de la OPEP, provee un adecuado y certero ejemplo, que además nos
alienta a seguir reflexionando sobre la cuestión de los "vectores de
competitividad" de nuestra economía, abordada en la entrega de la semana
pasada. Tenemos entonces un aumento en el precio del insumo energético,
sin que hubiera variaciones en la función de productividad real
(utilización de factores) de los países consumidores.
Una regulación minuciosa del comercio exterior es un imperativo para la sustentabilidad económica
Si
el criterio de asignación de dicho bien entre países es por la
"igualación de precios", quienes puedan convalidar el nuevo valor
(países con diferencial positivo de productividad) pueden adquirir el
recurso (con transferencia de ingresos inter factores), mientras que
quienes no lo puedan hacer (por su menor productividad) deberán ajustar a
la baja sus compras, afectando el volumen de su producción.
Mirado
desde el punto de vista del interés nacional, es decir del cuidado de
los hombres de negocios y de los trabajadores del país, surge con
claridad que, para el segundo grupo, esta situación afectará tanto la
rentabilidad de las empresas como la masa salarial; si los salarios son
inflexibles a la baja (como tiende a ocurrir) ello repercutirá en
desocupación, mientras que si son flexibles, podrá mantenerse el nivel
de ocupación a costa de una baja en la capacidad de consumo. En ambas
situaciones, los efectos se derraman sobre el conjunto de la actividad
económica.
El agravante de tal cuadro (evidenciado a diario y muchas
veces de modo dramático) es que, ya sea motivados por la pérdida de su
empleo o porque sus salarios se deterioraron respecto de sus pares del
grupo de países que pudo pagar el nuevo precio del insumo, si los
trabajadores afectados desearan migrar, las restricciones de aquellos
estados no lo permitirían.
A resultas del cambio de situación, mejora
la posición, en términos relativos e incluso absolutos, del conjunto de
naciones que mantienen su producción sin afectar la utilización de sus
factores, o que la aumentan gracias a la ventaja obtenida frente a sus
competidores.
El incremento de las importaciones cuantifica la pérdida de empresas nacionales en el mercado
No
es necesario ponerle nombres a los países ganadores ni a los
perdedores, sino identificar que sólo obtienen beneficios quienes
producen el insumo estratégico, al obtener mayor ingreso por igual
cantidad vendida, y quienes pueden absorber el nuevo costo sin
deteriorar la utilización de la totalidad de los factores. Resultan
perdidosos quienes, ante el nuevo valor del insumo, tienen empresas que
no pueden afrontar los nuevos costos y su traslado a precios, y entonces
o bien disminuyen la cantidad de bienes ofrecidos o, si la función de
producción no lo permite, desaparecen del mercado.
Esto nos ayuda a comprender las implicancias de las regulaciones del comercio exterior en el desarrollo de la economía.
Justificación desde el orden de lo empírico
El
aperturismo implementado por la alianza Cambiemos empieza a mostrar
resultados. En el intercambio de bienes con el resto del mundo, entre
2016 y 2017, nuestro país logró aumentar sus exportaciones en alrededor
de 550 millones de dólares (por variaciones de precios ya que las
cantidades descendieron 0,4%), mientras que las importaciones crecieron
en 11.000 millones de dólares.
Pasando por alto las graves
consecuencias sobre los equilibrios macroeconómicos que el déficit
comercial resultante provoca (u$s8.471 millones), posamos nuestra mirada
en los efectos sobre el uso de los factores locales.
Ante un consumo
virtualmente estancado, el incremento de las importaciones nos
proporciona la medida aproximada en que la producción local fue
desplazada por la foránea. Dicho de otra manera, cuantifica la pérdida
de presencia de nuestras empresas en el mercado local y de la masa
salarial de los trabajadores argentinos a favor de los extranjeros.
Las
premisas de la política de "apertura" son falsas porque no son
recíprocas. Mientras a cualquier empresa extranjera se le permite
aprovechar en nuestro país las ventajas competitivas (acceso a insumos,
tecnología, salarios, etc.) que le ofrece el suyo, la situación inversa
no se verifica. Cualquier intento de mejorar la inserción argentina en
mercados internacionales choca contra las regulaciones que los demás
estados sí erigen y continuarán haciéndolo en forma creciente.
Camino hacia el óptimo económico
Como dijimos la semana pasada, la coyuntura nos enfrenta a desafíos tanto urgentes como mediatos.
Para
hoy, sabiendo que la continuidad de estas conductas gubernamentales
sólo abundará en una creciente subutilización de los factores de
producción locales, apremia la defensa de nuestros empresarios y
trabajadores, mitigando los daños infringidos.
De cara al futuro, se
trata de la búsqueda de un Modelo de Desarrollo Económico Permanente y
Sustentable (MoDEPyS), es decir de un esquema económico óptimo, que
permita el completo aprovechamiento de los factores locales.
Para
ello, entre otras condiciones, se impone la administración del comercio
exterior, no sólo porque se trata de una alternativa racional (tanto
desde la teoría económica como desde la empiria), sino también porque
están dadas las condiciones de su factibilidad.
Durante el apogeo del
Consenso de Washington, sus organismos multilaterales garantes
limitaron los márgenes para la toma decisiones soberanas. El nuevo
contexto internacional, con los EE.UU. relegando a instituciones como la
OMC a roles ya no sólo formales sino esencialmente marginales, cambia
las condiciones de posibilidad.
La regulación del comercio exterior no sólo es necesaria, sino que ahora, sin temor a sufrir represalias, ¡también es posible!
*MM y Asociados