Los Medios Concentrados por Martin Becerra
“Los medios concentrados permiten libertad de opinión pero no permiten plena libertad de expresión”Por Gabriela Vulcano-BAE
Martín Becerra es doctor en Comunicación, investigador del Conicet, profesor de la UBA y la Universidad de Quilmes. Considera que la concentración de medios es muy alta en América latina y que no se debe pasar de la concentración privada a una estatal o paraestatal.
Con varios libros que lo respaldan y un doctorado en comunicación, Martín Becerra plantea que el nivel de concentración de la propiedad de los medios en la Argentina es “muy alto” y que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no modificó demasiado esa estructura. “Los medios concentrados permiten libertad de opinión dentro de ciertos márgenes pero no permiten plena libertad de expresión”, advierte.
–¿Cómo definiría el nivel de concentración de la propiedad de los medios de comunicación en la Argentina?
–Es un nivel de concentración muy alto, pero además conglomeral, lo que significa que una empresa está en muchos medios distintos que no necesariamente tienen una integración vertical o una economía de escala entre ellos. Aprovechan a los medios para hacer otros negocios que no son necesariamente los medios. Para (Eduardo) Eurnekián, en su momento, América y El Cronista Comercial no eran superhabitarios, pero tener un multimedio le sirvió para anudar lazos con sectores de la política y la economía y le sirvió como plataforma para pasar a otros sectores económicos.
–¿Cómo estamos en relación a otros países de América latina?
–En
general, en América latina la concentración es muy alta en relación al
mundo occidental. En la Argentina es muy alta en términos conglomerales,
como en el caso de Clarín y Vila–Manzano. Si compartimentamos el
análisis y sólo considerásemos televisión abierta hay países de América
latina mucho más concentrados. O Globo y la Rede Record, es decir la
televisión abierta en Brasil está más concentrada que en la Argentina.
La prensa escrita en Perú está mucho más concentrada que en nuestro
país.
–¿Cómo era la situación de Venezuela antes de la llegada de Hugo Chávez al gobierno?
–Era
un sistema muy concentrado pero había varios grupos de comunicación.
Venezuela es un caso interesante para analizar los efectos de las
políticas que aplican algunos gobiernos de países latinoamericanos que
enuncian la concentración privada como un problema. En el caso
venezolano se advierte que hay un reemplazo de concentración privada por
concentración estatal y paraestatal. ¿Se enuncia la concentración de la
propiedad de los medios porque es un problema o porque tienen molestia
con la línea política?
–En nuestro país, algunos sectores de la
oposición plantean que el Gobierno intenta pasar de un monopolio privado
a un monopolio estatal, sin embargo el nivel de audiencias de grupos
como Clarín es mucho más alta que la de los medios públicos.
–En
términos académicos, la concentración se puede medir por la
concentración de la propiedad o en términos de audiencias. En América
latina, cambió el mapa de la estructura de propiedad de los medios pero
no el mapa de las audiencias. En Argentina, las audiencias están
concentradas en grupos de comunicación que son muy poderosos, Clarín
fundamentalmente, y que en cantidad de medios abiertos está en una
inferioridad numérica con los medios que tiene el universo del
oficialismo, que tienen audiencias bastante exiguas. Es cierto que el
grupo Clarín tiene doscientas licencias de televisión por cable.
–¿Cuánto incide la concentración de medios en la libertad de expresión?
–Como
plantea la relatoría de expresión de la OEA, la concentración erosiona
la libertad de expresión. En un escenario altamente polarizado como el
argentino, hay mucha libertad de opinión, siempre que tengas acceso a
los medios. La libertad de opinión que hay en Argentina no la registro
en ningún otro país de América latina, a excepción de Uruguay. Lo que
podés decir en los medios de la presidenta, del presidente de la Corte
Suprema, de Mauricio Macri, Daniel Scioli o de un diputado de cualquier
extracción política no tiene registro en Chile. La concentración de
medios a nivel argentino no tiene un impacto grande sobre la libertad de
opinión.
–¿Y sobre la libertad de expresión?
–La
concentración de la propiedad tiende a la unificación de líneas
editoriales y puntos de vista, lo que reduce el ejercicio de la libertad
de expresión para encontrar perspectivas realmente diversas. Es difícil
que sectores sociales realmente diversos accedan a los medios. Hay una
cuestión de clase clarísima. Los que acceden son de cierta clase
intelectual, con estudios terciarios, universitarios, con necesidades
básicas satisfechas. Lindas y lindos. Pero la libertad de expresión es
un derecho de toda la sociedad, de los que están afuera del estereotipo.
Y esos otros, que son la mayoría de los argentinos, en el mejor de los
casos aparecen en los medios bendecidos por una mirada antropológica del
barrio de Palermo.
–¿La ley de Servicios de Comunicación Audiovisual quebró en algo la concentración de la propiedad de los medios?
–La
ley tiene como objetivo disminuir la concentración, pero estamos a
cinco años de la sanción y no modificó mucho la estructura concentrada.
En algunos casos, cambiaron los titulares de la estructura concentrada.
Donde antes veíamos a Daniel Hadad ahora vemos a Cristóbal López, pero
el grupo sigue siendo el mismo. El gobierno no estuvo comprometido en la
implementación real de las cláusulas anticoncentración de la ley;
tampoco los grupos concentrados, que detuvieron durante casi cuatro años
los artículos que hablaban de desconcentración. Recién en octubre de
2013, esos artículos fueron declarados constitucionales por la Corte
Suprema. Pasó más de un año de esa fecha, ¿y qué hay de
desconcentración?
–Usted plantea que Clarín y el Poder Ejecutivo
son los responsables de que no se aplicaran ciertos artículos de la ley,
sin embargo el multimedio recurrió en varias oportunidades a la
Justicia. El mes pasado, una orden judicial frenó la adecuación de
oficio, ¿qué rol tiene el Poder Judicial en esta cuestión?
–Coincido
en que hay que meter al Poder Judicial dentro del análisis. ¿Qué poder
tiene el grupo Clarín para incidir en que el Poder Judicial demore los
artículos que le molestaban y ahora la adecuación? Ese poder es mucho.
Sería ingenuo creer que el gobierno cuando impulsó la ley en 2009 no era
consciente de esto. Los medios de comunicación forman parte de lo
instituido, no forman parte de la estructura estatal, pero son una
institución de poder en la sociedad. Y lo instituido tiene mayores
posibilidades de ser atenido que lo que no está instituido.
–¿Qué debería haber hecho el Gobierno ante ese escenario?
–Aceptar
el plan de adecuación de Clarín. El grupo demora, con ayuda de la
Justicia, cuatro años la aplicación de artículos que apuntaban a
desconcentrar. Una vez que la Corte Suprema valida la constitucionalidad
de la ley, el grupo presenta un plan de adecuación que es admitido
inicialmente por la Autoridad de Aplicación. Por primera vez en la
historia del grupo, Clarín se dividía y Ernestina de Noble y Héctor
Magnetto salían de la marca Clarín y se iban a la marca Cablevisión.
–Pero el AFSCA detectó vínculos societarios entre los titulares de dos de las seis unidades de negocios…
–Lo
tienen porque hasta hoy forman parte de la misma estructura
empresarial. Desde una posición maximalista era insuficiente la
adecuación de Clarín pero también soy consciente que vivimos en un país
capitalista, donde si vos le decis como Estado a cualquier grupo que se
desconcentre, tenés que hacerlo gradualmente.
–Más allá de los
cambios concretos en la estructura de medios, ¿cree que la ley sirvió
para poner en discusión el rol y la propiedad de los medios?
–Sí. El
debate social y político fue inédito. Era un tema tabú. Cuando (Raúl)
Alfonsín, (Carlos) Menem y (Fernando) De la Rúa tuvieron iniciativas
sobre estos temas se los enfrentó muy duramente desde los grupos
empresariales de comunicación. Los oficialismos de esos momentos fueron
muy timoratos. Era un tema que quemaba. En eso este gobierno ha sido muy
transgresor. Además, colocó este tema en el debate público en un
momento de debilidad política, poco después de perder las elecciones.
PERFIL
El proyecto de ley Argentina Digital “es pro concentración de mercado”
Al
igual que con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Martín
Becerra estudió en detalle el proyecto “Argentina Digital” que busca
regular las telecomunicaciones. Con más críticas que elogios y antes de
que el oficialismo introdujera algunas modificaciones, señaló que el
texto original es “muy vago e impreciso”. “Mientras la Ley Audiovisual
era anticoncentración, esta es pro concentración de mercado. Autoriza
condiciones de cruce de los actores más fuertes, que son las
telefónicas, al resto de los mercados sin ponerles contraprestaciones
muy exigentes”, sostuvo.
“Crea un organismo que va a depender del
Poder Ejecutivo que le da facultades inmensas. Le da carta blanca para
disminuir o aumentar la concentración”, explicó sobre la iniciativa del
oficialismo que será debatida el miércoles próximo en el Senado.
Como
hace cinco años, Becerra criticó a la oposición de centro izquierda por
haber pedido que en la ley de Medios se dejara afuera a las telefónicas
del negocio audiovisual. “Ya hay convergencia, eso ya no se puede
impedir.”, señaló.
Los grupos de medios de la región “siempre defienden el statu quo”
A
través del análisis de los cables de Wiki Leaks, Martín Becerra, junto a
Sebastián Lacunza, develó en su libro Wiki Media Leaks los vínculos
entre los grandes medios de comunicación y el poder político. Sobre este
tema, señaló que “los partidos de oposición siguen más la línea de los
medios que a la inversa”. “Hay grandes grupos de medios concentrados,
con enormes audiencias y una línea opositora, que son articuladores de
una agenda opositora que le da letra a los partidos políticos, como en
el caso de la Ley Audiovisual”, manifestó.
“Siempre hay
relaciones entre el Poder económico, el poder instituido y el mundo de
la política”, añadió. Además sostuvo que el concepto de “endogamia
informativa” en la Argentina es muy fuerte. “Por ejemplo, en un
escenario como la embajada de Estados Unidos, un columnista político va a
confirmar sus nociones que habló antes con un empresario y a su vez ese
empresario antes estuvo en ese mismo territorio. Entonces el columnista
político confirma lo que él suponía pero no necesariamente tiene que
ver con hechos concretos sino con una construcción discursiva de un
grupo de la comunidad que es numéricamente muy pequeño”, subrayó. Y
explicó que el denominador común de todos los grandes grupos de medios
de la región es que “siempre defienden el statu quo”.
¿POR QUÉ SOY COMUNICADOR?
“Todo ese mundo estaba en mi casa cuando yo tenía 7 años”
Su
interés por la comunicación radica en la historia familiar. En su padre
encontró la explicación de su apasionamiento por el mundo de los
medios. “Mi viejo es abogado de profesión pero ejerció el periodismo por
muchos años. Trabajó en La Opinión, además era gremialista del gremio
de prensa. Era delegado de ese diario cuando secuestraron a (Jacobo)
Timerman en el ’77. Todo ese mundo estaba en mi casa cuando yo tenía 7
años”, recuerda.
Y cuenta que “en el centro de estudiantes
participaba de la revista y luego en la universidad”. “Yo militaba en el
Partido Intransigente en los ’80 y hacía las revistas, me gustaba
ocuparme de eso”, añade.
Casi de manera jocosa, rememora que la
figura de la dueña del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, lo
acompañó desde su infancia: “En mi casa, se hablaba de Ernestina desde
que tengo memoria. Cuando estaba alegre y se ponía a despotricar contra
la Argentina, mi viejo decía que a nuestro país lo manejaba Ernestina.
Era un poco en broma y un poco en serio”.
Sobre los primeros años
en la universidad relata que la ex directora de la carrera de
comunicación Margarita Graziano lo “marcó mucho”.
SI NO, HUBIERA SIDO HISTORIADOR
“Si tuviera que estudiar algo sería historia, sin duda”
No
duda ni por un segundo a qué se habría dedicado si no hubiera elegido
el área de la comunicación a la que llegó también por historia familiar.
“Si tuviera que volver a estudiar algo sería historia, sin duda. Yo leo
historia, incluso en mi tiempo libre. Es por curiosidad”, cuenta
Becerra.
Sin embargo, también se atreve a ir más allá de los
límites del mundo académico para elegir la alternativa. “Ahora si me
preguntás qué sueño ser yo, te digo jugador de fútbol”, apunta. “No soy
bueno pero juego al fútbol con continuidad, más o menos hace 40 años.
Aunque no soy bueno tengo mucho oficio. Juego todas las semanas y hago
boxeo. Para mis 46 años tengo un buen estado físico”, detalla.
Y
se detiene unos minutos más sobre el tema: “Juego con gente de mi edad y
aunque no soy habilidoso, juego bien porque, a los 46 años, muchos
compañeros de fútbol están averiados. Ahora, yo corro más, pero cuando
tenía 17 años no destacaba”.
Camino a Colombia, a través de un breve correo electrónico, agrega: “Una cosa que hubiera querido ser es cantante de boleros”.