La doctrina de la marcha atrás, por Sergio Fernández Novoa

Como si se tratara del juego de la Oca, el gobierno de Mauricio Macri retrocede dos casilleros para avanzar uno. En siete meses de gestión dar marcha atrás parece formar parte de algo más que de un estilo. Acaso se disimula con herramientas de marketing o impericia una estrategia política para ir por todo.
Un análisis de ese juego de avances y retrocesos deja una conclusión categórica: la suma nunca es cero. Asumiendo el riesgo del escarnio popular, el gobierno de Cambiemos sabe que en la disputa de sentido cuenta con los medios hegemónicos, siempre dispuestos a ver en el traspié (y hasta en la incapacidad) el “coraje de escuchar y rectificar”.
Mientras tanto logra, al menos hasta ahora y merced a una oposición sin un liderazgo unificador ni proyecto político alternativo claro, imponer su agenda y avanzar con el ajuste y la restauración conservadora.
La doctrina de la marcha atrás es una verdadera marca registrada del oficialismo. Un somero repaso nos permite anotar funcionarios que no llegaron a asumir o debieron renunciar; los pliegos de los jueces de la Corte Suprema Horacio Rossati y Carlos Rosenkrantz que salieron por la misma ventana por la que entraron; la mordaza sobre la prensa dispuesta a informar sobre las fortunas de funcionarios y amigos del poder que fue eyectada de la ley de blanqueo; y las idas y vueltas en el tarifazo sobre los servicios.
“Las marchas y contramarchas de Cambiemos son relativas, porque el plexo
 de las políticas permanece inalterado”, advierte Artemio López, de la 
consultora Equis, y explica que “vos podés tener algunas idas y venidas 
muy puntuales, o eventualmente retrocesos en términos de mediciones 
tarifarias, o alguna corrección marginal de políticas coyunturales, pero
 la transferencia de ingresos de los sectores más bajos a los más altos 
permanece inalterado”.
En un sentido similar, Roberto Bacman 
(CEOP), explica que “el gobierno va tratando de avanzar y cuando la 
situación se le pone compleja, como le está pasando, retrocede” y 
destaca que los ministros del PRO “son eficientes en el manejo de su 
proyecto, saben manejar planillas Excel, vienen de empresas muchos de 
ellos, pero lo que no tienen es la sensibilidad social del impacto de 
sus medidas en la calidad de vida de la gente”.
“Cada dirigente 
juega sus cartas, la oposición tiene las suyas y el oficialismo, obvio, 
también, y van jugando. Dar marcha atrás en algunas cuestiones es una 
carta que juega el gobierno que me parece astuta en algunos casos. Es 
importante después ver qué repercusiones tiene, cómo impacta en los 
medios y en la gente para discernir qué efectos tiene”, asegura Ricardo 
Rouvier, de la consultora Rouvier  y Asociados.
Decisiones apresuradas
Un
 observador desapasionado, si tal cosa fuera posible en tiempos 
turbulentos como los que vivimos, podría considerar lógico, e incluso 
funcional a los propios  objetivos, la actitud del gobierno de volver 
sobre sus propios pasos.
También puede decirse que el retroceso 
puede ser sensato y útil para un gobierno débil, jaqueado por los medios
 concentrados, por un Parlamento recalcitrante y por una corporación 
judicial obstinada en bloquearle cuanta cosa suceda en tribunales. Desde
 ese punto de vista, sería comprensible que un gobierno endeble de 
marcha atrás, ya que no podría gobernar si no lo hace. El gobierno de la
 Alianza, tan parecido al de Cambiemos en su composición, es un ejemplo 
del precipicio al que puede caer Macri si no retrocede.
Sin 
embargo, no se puede ignorar que no todo es astucia ni cálculo político 
en un gobierno donde todas esas variables le son favorables. Podría 
decirse que la gestión macrista tiene un exceso de gobernabilidad, ya 
que la mayoría de los medios, legisladores y jueces lo acompañan de uno u
 otro modo, y son factores de gobernabilidad. 
Resulta obvio 
entonces, que un gobierno que tiene exceso de gobernabilidad pero debe 
dar marcha atrás en buena parte de sus medidas fundamentales, a largo 
plazo no tiene rumbo ni destino.
“Este gobierno, mientras 
nosotros seguimos discutiendo si es un 400 por ciento o no, metió 36.000
 millones de deuda y 6.000 millones de fuga, llevó la pobreza de 23 a 
35,5 por ciento, la indigencia de 7 a 9 por ciento, quitó retenciones, y
 todas estas cuestiones no cambian”, advierte Artemio López.
“Se 
generó una crisis para justificar un shock, para justificar un giro en 
la política económica de la última década, que implica una formidable 
transferencia de ingresos”, asegura Bacman, y destaca que los ministros 
macristas “toman decisiones que ellos después ven y saben que son una 
locura.
Yo hice una encuesta la semana pasada que dice que el 76% de los
 argentinos tuvo que recortar gastos en estos últimos tres meses”, 
explica el titular de CEOP.
“No es que dejaron de comer, pero 
bajaron el consumo de carnes, bajaron el consumo de leche, pasaron de 
las primeras marcas a segundas o terceras. Y también un 20 por ciento 
tuvo que bajar sus gastos en servicios en estos últimos tres meses. No 
sólo electricidad, gas, y agua, sino la educación de los hijos, la 
salud, etc. Hay gente que ya no puede pagar el bondi. Lo que antes lo 
hacían en colectivo hoy lo tiene que hacer caminando a las tres o cuatro
 de la mañana”, abunda.
Errores y horrores
Cuando empujado
 por las críticas, los reclamos o las complicaciones que generan sus 
propias iniciativas el gobierno tuvo que recular apeló a justificaciones
 e incluso a la autoflagelación. 
Uno de los argumentos más 
llamativos e irritantes es el que fundamenta la marcha atrás en “un 
error de cálculo” en las medidas que se adoptan. Aquí se puede incluir 
la frase del ministro Aranguren sobre los efectos de la política 
tarifaria: 'estamos aprendiendo sobre la marcha'.
Sin embargo, la
 trayectoria del accionista de Shell habilita a ser menos ingenuo y 
pensar que los cálculos están bien hechos y su resultado previsto. 
Quizás el objetivo del gobierno en el aumento del gas, por citar un 
ejemplo, haya sido fijar el incremento en un 400 por ciento. Como buen 
mercader primero dice 1.000 por ciento y después 500 por ciento, para 
que 400 por ciento parezca un alivio. Una verdadera lección pública de 
política empresarial.
Pero si de lo que se trata es de torpeza 
política (o de error de cálculo, como se prefiera) el futuro del 
gobierno macrista es sombrío. Son impensables cuatro años de gobierno si
 cada decisión importante, e incluso menor como el faltazo a un acto, se
 ve doblegada por la opinión popular o, en muchos casos, por 200 cuentas
 de Twitter.
“Por este camino –advierte López- lo social irá 
empeorando, no tengo dudas, no puedo aventurarme sobre la cuestión 
política pero en términos sociales irá empeorando progresivamente, como 
sucede con este tipo de ajustes, que empeoran de una manera drástica 
todos los indicadores sociales”.
Bacman ejemplifica con la 
situación en la provincia de Buenos Aires, a la que califica como 
“compleja”. “El cacerolazo es un reflejo no solo del tarifazo, ya que 
hay otras muchas cosas que preocupan a la gente, como la inflación y la 
falta de trabajo. Hay un 82% de los argentinos que tiene la percepción 
de que la plata no le alcanza para llegar a fin de mes, lo cual es muy 
preocupante en cualquier sociedad”.  
Perspectiva
“Luego 
de cada acontecimiento adverso al gobierno, éste siempre tiene algo 
importante para informar. Esa es una carta también, eso es jugar, vos 
hacés el cacerolazo y yo te contesto con esto, vos hacés aquello y yo te
 contesto con esto otro”, entiende Rouvier acerca del funcionamiento de 
la dinámica política en que se produce la doctrina de la marcha atrás.
Sin
 embargo, con las elecciones de medio término del año próximo recién se 
podrá evaluar el éxito o fracaso de esta estrategia, como así también su
 capacidad para amortiguar los efectos de una política devastadora para 
la inclusión social.
“Ya no apuntan a bajar la inflación, la 
inflación va a bajar uno o dos puntos, de a poco pero va a bajar. El 
punto crucial que tiene el gobierno es el crecimiento de la economía, 
ponerla en marcha de nuevo, porque la gente se va a impacientar si la 
economía no funciona. Si no ponen en funcionamiento la economía pierden 
las elecciones del año que viene”, pronostica Rouvier.
Sin 
embargo, el consultor alerta: “No creo que exista la posibilidad de una 
desestabilización, salvo que se vuelvan más liberales de lo que son 
hasta ahora y empiecen a apretar y a apretar y haya más crispación, pero
 no creo que sean tan tontos”. En ese escenario, no habrá doctrina de la
 marcha atrás que valga.
ARBIA INFORMA: ftp://ftp.lacorameco.com/22072016/ARBIA_INFORMATIVO_220716.mp3








