La agenda mediática de la derecha se intensificó
Dentro de la política interna hay un dato que no puede dejar de soslayarse: la derecha posicional ha decidido convertirse en derecha ideológica ¿Qué significa esto? Sencillamente que aquellos candidatos y periodistas que, mediante un discurso oportunista se veían obligados a cuestionar al gobierno desde el espacio de centroderecha no ocupado por el kirchnerismo, hoy ya no ocupan ese lugar con pudor o con timidez para no terminar de romper con la agenda mediática impuesta por el gobierno nacional en los últimos diez años.
Hoy los candidatos de centroderecha ya asumen su propia agenda, imponen sus propias ideas, e intentan desembarazarse de la hegemoníaDentro de la política interna hay un dato que no puede dejar de soslayarse: la derecha posicional ha decidido convertirse en derecha ideológica ¿Qué significa esto? Sencillamente que aquellos candidatos y periodistas que, mediante un discurso oportunista se veían obligados a cuestionar al gobierno desde el espacio de centroderecha no ocupado por el kirchnerismo, hoy ya no ocupan ese lugar con pudor o con timidez para no terminar de romper con la agenda mediática impuesta por el gobierno nacional en los últimos diez años.
Hoy los candidatos de centroderecha ya asumen su propia agenda, imponen
sus propias ideas, e intentan desembarazarse de la hegemonía cultural
que durante unos años consiguió el kirchnerismo con, por ejemplo, "la
fractura del espinazo cultural" que significó el Bicentenario. Y desde
esa nueva posición vuelven a disputar el "sentido común" de los
argentinos.
Repasemos: el primer indicio fue la chabacanización
del discurso político, el remplazo del ideario por el griterío, de la
argumentación por el estilete chicanero. El segundo indicio fue el
ataque directo a Florencia de la V por parte de varios periodistas del
poderoso Grupo Clarín. Porque no se trató simplemente de una pelea entre
egos mediáticos, ni siquiera de un ataque directo a Florencia por su
supuesta condición de kirchnerista, fue lisa y llanamente un
cuestionamiento valorativo a la política de Derechos Humanos del
gobierno nacional en referencia a la cuestión de género y sexualidad.
Las
falaces diatribas contra la actriz travesti y su identidad intentaron
anclarse en el reservorio reaccionario de la sociedad argentina,
apelando a clichés y burdas ironías buscando complicidad en el andamiaje
cultural machista.
Lo mismo ocurrió con el caso de Melina
Romero. Palabras más, palabras menos, los medios reaccionarios
estigmatizaron a la piba invirtiendo la carga de la prueba. Como si
faltar al colegio, salir con varios pibes, tener un animal rebelde e
indomable en el alma, fuera justificativo para una violación y una
muerte. Y allí, otra vez, el discurso político bucea en el sentido común
del poder machista más primario, intentando deslegitimar a la mujer que
desea hacer lo que se le viene en ganas, para no usar frases
sobreactuadas y cargadas de ideologismo barato y supuestamente progre.
Quienes
no podían quedar afuera de esta operación, obviamente, fueron las
víctimas estructurales de la sociedad argentina: los pobres, los
bolivianos, los paraguayos, los inmigrantes, los negros, los
delincuentes, los motochorros, cuya estigmatización sin organizaciones
financiadas por ONG primermundista que los defienda como
"minoría/mayoritaria" seguirán siendo marginados y defenestrados por los
siglos de los siglos. Incluso hasta un posible candidato del Frente
para la Victoria como Sergio Berni cayó en la trampa discursiva que le
tendió la demagogia comunicacional y la lógica "atrapavotos".
Y
aquí vale la pena hacerse una pregunta: ¿Por qué los principales
candidatos consideran que endurecer el discurso de la seguridad "garpa"
en términos políticos?
Pero hasta aquí le derechización
valorativa realizó un papel superestructural, en términos marxistas,
supongamos. No se hacía tan evidente y podía camuflarse con las agendas
de las secciones de sociedad, espectáculos y policiales. Pero los
candidatos de la derecha –Mauricio Macri, Sergio Massa, Ernesto Sanz,
por ejemplo– decidieron dar un paso más, quitarse el disfraz de pseudo
centristas y plantear una agenda política y económica desembozadamente
noventista. Incluso el beneficiado por el Poder Judicial en la causa del
Megacanje, Federico Sturzenegger, se animó a anunciar que con Macri,
Argentina vuelve al festival del endeudamiento y la timba financiera
internacional, como ocurrió con el que llevó al país a la bancarrota y
al empobrecimiento de su pueblo entre los años 1976 y 2002.
La
agenda mediática de la derecha se intensificó con la promesa de la quita
de las retenciones, de la baja de impuestos, del desfinanciamiento del
Estado, de políticas libremercadistas que hundieron la industria
nacional en los '90, del recorte de la inversión pública, del ajuste del
bolsillo de los trabajadores mediante medidas recesivas que frenen la
inflación y la puja distributiva a favor de los sectores populares. En
el único punto en el que perdieron fue en la cuestión de los fondos
buitre: las mayorías comprendieron rápidamente de qué se trataba la
cuestión y le dieron un apoyo manifiesto, en algunos casos, silencioso
en otros.
El "sinceramiento del discurso de la derecha" que para
muchos progresistas ven como una buena señal porque "al sacarse la
careta, el pueblo finalmente se dará cuenta de las espurias intenciones
de esos candidatos y se volcará masivamente a la izquierda o al
kirchnerismo" es más que preocupante. Porque es necesario hacer un
relevamiento realista y un diagnóstico preciso. No se trata de un
"sinceramiento" se trata de un síntoma social.
Inteligentemente,
Daniel Scioli, quien es visualizado por amplios sectores del
kirchnerismo progresista como un hombre de derecha, al ver el
corrimiento público de sus competidores, decidió desmarcarse e ir hacia
el centro posicional e ideológico. Su extraña frase "me veo como el
punto de encuentro del peronismo y el kirchnerismo" –extraña porque hace
excluyentes las categorías peronismo y kirchnerismo– le ha resultado
efectiva y lo convierte en un candidato de la moderación y no de la
ruptura.
¿Por qué los candidatos de la derecha comenzaron a plantear una agenda de derecha?
Sencillo:
porque se dieron cuenta de que esa agenda está presente en amplios
sectores de la sociedad, que el kirchnerismo, con su alto nivel de
discurso ideológico, ha quedado una vez más a la izquierda de las
mayorías y que esas mismas mayorías parecen haberse retraído a enclaves
ideológicos más tradicionales. En un punto, y en algún momento será
necesario analizarlo, el kirchnerismo ha cedido terreno en su batalla
cultural.
Ahora, ¿qué ocurre en ese sector que va del peronismo a
la centroizquierda y el progresismo? Al no tener un candidato propio se
deshace entre el sciolismo que va hacia el centro y las propuestas más
radicalizadas de la izquierda tradicional. Es decir, allí hay un vacío.
Hoy ese espacio no tiene una figura que los represente, dado que
Cristina no puede presentarse. La pregunta final ante este panorama es:
¿Es posible que surja desde el kirchnerismo un candidato que ocupe ese
espacio y desplace a todos los demás contrincantes al rincón de la
derecha?