La hora de los pueblos
Por Fernanda Vallejos“Colateralmente a la ocupación militar (...) los capitales (norteamericanos) realizan su expansión económica y financiera, copando las fuentes de riqueza de los diversos países, con la ayuda de ‘gobernantes’ proclives, previamente colocados allí por el propio imperialismo (...) Pero, aunque los pretextos pueden ser muchos, nadie se engaña sobre la verdadera causa y si la abyección no está en el imperialismo que, al fin y al cabo, cumple sus objetivos, recae infamantemente en los que, teniendo la responsabilidad de los destinos nacionales, son capaces de traicionarlos. (...) No es que, como algunos creen y otros sostienen, sea tan difícil escapar a la trampa tendida por la explotación imperialista, hacia la cual nos impulsa la necesidad o la pobreza. Cuando estas cosas suceden es que media invariablemente el deseo de lucro de los personeros de la entrega, comúnmente encubiertos y disimulados tras un título de ‘economistas’”.
Juan Domingo Perón, La hora de los pueblos (1968), Cap. II “La penetración imperialista y la tragedia del dólar”.
Pasaron muchas décadas desde aquel 1968 en que Perón, desde el exilio,
escribiera La hora de los pueblos. Todavía, de hecho, no se había
consolidado la etapa actual del capitalismo con dominio del capital
financiero. Sin embargo, como atinadamente señaló la Presidenta, aún
estamos pagando la deuda que contrajeron los que derrocaron a Perón.
“...En los diez años subsiguientes (...) hicieron todo lo contrario que
nosotros por simple oposición desaprensiva o por otras razones más
pecaminosas y las consecuencias no se hicieron esperar: descapitalizaron
al país y luego lo endeudaron. Sólo la dictadura de Aramburu, en dos
años, se ‘tragó’ la reserva financiera y contrajo una deuda externa de
dos mil millones de dólares, que el gobierno siguiente la elevó al
doble. Desquiciaron todos los servicios, paralizaron el trabajo y
desmontaron la industria que estaba en marcha provocando la desocupación
(...) y luego comenzó la entrega de las fuentes de riqueza al
imperialismo. (...) No somos, como algunos nos califican, países
subdesarrollados, somos países esquilmados desde fuera y destrozados
desde los centros vernáculos de oligarquía, que sólo se interesan de
ganar, sin importarles mucho ni poco hacerlo a expensas de una Patria
que, aunque esté en todas las bocas, no está sino en contados
corazones”, sostendría Perón en la misma obra de la cita que encabeza
esta nota. A pesar de tantas décadas, aquellas reflexiones no dejan de
sonar como “recuerdos del futuro” a la luz de las propuestas de la
oposición política, por derecha o por izquierda, liberal al fin, siempre
antinacional, llamativa y tristemente tan en sintonía con los mandatos
de Griesa, el lobby de los buitres y la especulación inquebrantable de
los que conspiran contra nuestra moneda apostando a una devaluación que
fuerce una distribución regresiva del ingreso, reclaman libertades
absolutas para obtener ganancias monopólicas a costas del bolsillo del
pueblo trabajador y la competitividad de los pequeños y medianos
capitalistas argentinos, y añoran los tiempos de la “inserción”
endeudadora con la que financiaban la fuga de sus ganancias dolarizadas.
Efectivamente,
los “personeros de la entrega” siguen cumpliendo su rol en estos
tiempos. Los vemos a diario en su infatigable marcha para instalar la
cotización del dólar ilegal como valor de referencia de la economía. Sin
embargo no es ese dólar negro la referencia para las transacciones
comerciales, por las cuales la economía destina a importaciones U$S
77.000 millones anuales al tipo de cambio oficial. Tampoco es la
referencia para los argentinos que, en función de su capacidad
contributiva, desean acceder a la moneda extranjera para ahorro, a la
que acceden, también, al tipo de cambio oficial, tributando un adelanto
de ganancias. Tampoco los asiste, como a fines del año pasado, el alza
de la inflación que sigue desde enero una tendencia declinante, de lo
que da cuenta no sólo el IPC nacional urbano sino las mediciones
distritales, tal como el índice que calcula el Instituto de Estadísticas
de la Ciudad de Buenos Aires –administrado por el opositor Pro, de
Mauricio Macri–. Es más, de acuerdo con el último informe de Cifra-CTA,
el tipo de cambio real fue en junio un 8,2% superior al vigente en
diciembre de 2013, antes de la devaluación de enero. Por otra parte, el
stock de reservas del Banco Central se mantiene estable, ubicándose por
encima de los U$S 28.000 millones al mismo tiempo que se empiezan a
contabilizar los primeros U$S 700 millones del acuerdo bilateral de
monedas con China que llega hasta los U$S 11.000 millones, mientras se
esperan otros créditos del Banco Mundial, del BID o del BNDES de Brasil.
Por su parte, en materia de inversiones se espera el ingreso de U$S
1.000 millones por la licitación de bandas de servicios de
telecomunicaciones 4G, entre fines de octubre y noviembre. En el mismo
sentido, para antes de fin de año se espera que ingresen los fondos por
la financiación de las represas Kirchner-Cepernic, sobre lo cual el
ministro Julio De Vido confió que “el presidente del Consejo de la
Reforma nos dijo que de ninguna manera lo que pase por fuera de la
relación de los dos países va a condicionar los acuerdos firmados con la
Argentina”.
Desde ya que existen tensiones estructurales que
hacen a la restricción externa, sobre las que ya hemos abundado en esta
columna (http://veintitres.infonews.com/nota-8460-.html). Pero esas
tensiones estructurales requieren soluciones de igual categoría, que no
se encuentran en las “recetas mágicas” de los “personeros de la
entrega”. Sólo la planificación estratégica del desarrollo, en clave de
soberanía industrial, podrá darnos las soluciones. Mientras tanto, habrá
que administrar las complejidades de la coyuntura, que por cierto las
hay. Pero se impone estar alerta frente a los peligros del retroceso. Es
este el momento de bisagra donde los argentinos, como sociedad, debemos
interrogarnos acerca de si aspiramos a la consolidación del desarrollo
económico y social de la Nación, para lo cual habrá que empoderarnos y
empoderar al Estado, para poner límite a la voracidad de los que no
tienen más plan que hacernos recorrer el camino inverso hacia la
dependencia. O lo que es lo mismo, decidir si estamos dispuestos a
rubricar aquello que apelamos a construir en la esfera internacional y
que ha comenzado a cristalizarse en la ONU: que ha llegado la hora de
los pueblos.