Hay una herencia genética que no borra ninguna dictadura
Por franco mizrahi
“Hay una herencia genética que no borra ninguna dictadura”
La presidenta de Abuelas reconstruye los primeros contactos con el nieto que buscó durante tres décadas, y avisa: “Voy a seguir trabajando por los nietos que faltan”. Las pistas sobre los apropiadores.

A Estela le cuesta encontrar las palabras para describir la emoción que sintió el 5 de agosto pasado cuando escuchó de boca de la jueza María Servini de Cubría que había aparecido su nieto, el que buscó por 36 años. No hay significantes que contengan semejante alegría. Todos se quedan cortos. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo arriesga que su hija Laura, que dio luz en cautiverio en junio de 1978 y luego fue asesinada por la última dictadura cívico-militar, le diría: “Mamá, misión cumplida”. Y aclara a revista Veintitrés: “No me diría ‘Mamá dejá, ya está’. Porque voy a seguir, soy una abuela para todos, no solamente para Guido. Voy a seguir trabajando por los nietos que faltan y acunando al mío todo lo que pueda”.
Laura, la mamá de Guido, fue secuestrada en noviembre de 1977. Estuvo
“chupada” alrededor de nueve meses en el centro clandestino de detención
platense conocido como La Cacha (en referencia al personaje de Hijitus
“La Bruja Cachavacha”, que hacía desaparecer a las personas). En junio
de 1978 fue trasladada (no está claro si al penal de Olmos o al Hospital
Militar Central) para parir. Los represores le arrancaron de sus brazos
a Guido a apenas cinco horas de haber nacido. Según la versión oficial
de la Policía Bonaerense, Laura murió el 25 de agosto de ese año. Su
cuerpo apareció en una comisaría de Isidro Casanova. Estela supo de la
existencia de su nieto en 1980, a raíz de los testimonios de otros
sobrevivientes, en Brasil, adonde había viajado para encontrarse con el
papa Juan Pablo II. Desde entonces su intensa búsqueda no cejó.
Sentada
en la recepción de la sede porteña de la institución, Estela recordó
aquellos años. “En los primeros años había miedo, desconocimiento,
soledad y rechazo social. Los medios de comunicación cómplices nos
decían locas. Y ahora un periodista dice que ‘mucho no cree’ en el
hallazgo de Guido. ¡No se puede decir eso hoy! La conspiración continúa.
(Julio) López está desaparecido y a mí me quisieron matar en 2012.
Entonces ojo. Nos costó mucho imponer nuestra lucha. Hoy hay un
reconocimiento a la institución cada día más creciente, antes de Guido.
Creo que como sociedad hemos crecido mucho pero también nuestra conducta
institucional favoreció eso”, remarca. Y destaca “la explosión social
de alegría colectiva” que generó el hallazgo de su nieto: “Recién estaba
entrando (a Abuelas) y me tocaban bocina desde los autos. Antes eran
algunos. Ahora, todos. Hay como una unidad que hay que aprovechar para
fortalecer la democracia”.
–¿Cómo se recuperan 36 años de ausencia?
–Yo
tengo tres hijos muy preparados para esto: Claudia es titular de la
Conadi; Guido, secretario de Derechos Humanos bonaerense, y Remo,
presidente de la Comisión de Derechos Humanos en Diputados (los tres
presenciaron el primer encuentro con Guido, el 6 de agosto). Todos
estamos preparados para no equivocarnos en el trato, para no decir más
de lo que se debe y dejar que él nos pregunte. Lo gracioso fue que en el
segundo encuentro (en la casa de Claudia, el 7 de agosto), en un asado
con todos los primos, incluso con los del lado del papá (Oscar Montoya,
desaparecido por el terrorismo de Estado), yo les pedí a mis nietos, que
son fundamentalmente expresivos, que por favor no lo agarren a Guido
porque no le gusta, que no lo toquen y que tengan cuidado con lo que le
dijesen. Cuando entró a la casa eran todos estatuas. Ahora, que formaron
un grupo (de chat) de primos, se van a encontrar pronto y estarán a su
manera.
–¿Coordinó nuevos encuentros con él?
–Me llama
todos los días a cualquier hora. Se comunica más con mi hija Claudia
porque yo con el celular soy un desastre. Él provoca el encuentro más
seguido y cotidiano. Ahora está rescatando la historia. De a poquito se
la estamos contando. Le entregaremos cuando quiera fotos (de sus
padres).
–¿Preguntó por ellos?
–Así, directamente, no. El
criterio es rodearlo de afecto antes que de la historia. Por ahora se
habló más de lo superficial que de lo profundo. Cuando él quiera se le
dará todo lo que le va a graficar quién era su mamá. Remo está
preparándole algo. El otro día le adelantó alguna cosita porque no hay
que atosigarlo.
–¿Le encontró algún aspecto, acaso un gesto, un movimiento, de Laura?
–Por
ahora, veo las ideas de Laura. El día que dio la conferencia de prensa
(el 8 de agosto) le escuché un discurso que era el de Laura y,
seguramente, habrá sido el del papá. Lo trae adentro.
Durante la
conferencia de prensa del 8 de agosto el nieto recuperado manifestó su
intención de conservar el nombre con el que se crió todo este tiempo:
Ignacio. Su apellido de crianza, Hurban, deberá ser cambiado por el de
Montoya-Carlotto por una cuestión legal. “¿Conversaron sobre el tema?”,
le preguntó esta revista a Estela. “Hablamos de frente. Yo le dije: ‘Te
voy a llamar siempre Guido porque te busqué 37 años como Guido. Y porque
tu mamá Laura desde su secuestro nos mandó a decir que si eras varón te
llamáramos Guido, como su papá. Eso no quiere decir que no te llames
como quieras, es tu derecho. El apellido sí te lo vas a tener que
cambiar porque la Justicia te lo exige. Tu nombre de pila será el que
vos quieras. Pero vas a tener que respetarme que yo te llame Guido’. A
veces le digo Guido y no escucha porque no está en su orejita”. Lo que
seguro Guido (Ignacio) no cambiará es su pasión por la música, esa que
lo liga a su padre y sus abuelos biológicos, tanto paterno como materno.
Guido
se enteró de que era no era hijo de los Hurban hace poco: el 2 de
junio, en la que fue su falsa fecha de cumpleaños. Poco después se
presentó en Abuelas y 25 días atrás aportó su sangre para hacerse el
examen genético y contrastar su perfil con los que se guardan en el
Banco Nacional de Datos Genéticos.
–Estela, ¿cree que la respuesta a esa pregunta de Guido está en “la memoria genética”?
–Sí.
Yo le escribí una carta, con premonición, porque yo le cuento lo que le
va a gustar la ópera y el jazz, por ejemplo. ¡Y resultó músico!
–¿Cuál fue el rol de la pareja de Guido, Celeste, en su proceso de búsqueda?
–Se
ve que lo alentó cuando empezó a tener dudas. Él se acercó a Música por
la Identidad, se acercó a Nietos y a espacios que compartimos juntos. A
lo mejor nos cruzamos. Su inconsciente lo hizo ir hacia esos sitios
para después ya resolver con más seguridad el saber quién es. Más que
nada cuando se enteró que no es hijo de este matrimonio (por los
Hurban). Nunca se lo habían dicho. Parece que la orden fue cuando
tuvieron el bebé que no dijeran nunca que no era hijo de ellos. Claro,
no debíamos encontrarlo. Estas bestias (por los militares) creían que
todo iba a ser miedo y desolación. No supieron que hay una herencia
genética que no borra ninguna dictadura. Ahora hay una avalancha de
chicos que quieren venir porque dudan de su identidad.
–¿Cómo se sintió cuando vio el nombre y la imagen de Guido circulando por los medios?
–Nosotros
sabemos que tenemos que respetar la identidad falsa, visible, del chico
que encontramos. Jamás decimos el nombre y menos dónde viven. Pero esta
jueza lo dijo, ella lo niega pero está grabado. Dio nombre, dirección.
La noticia dejó de ser discreta. El daño que podía haber hecho la jueza…
Este chico se podría haber enojado conmigo. Me hubiera pasado lo que a
otras abuelas que les costó años vincularse con sus nietos.
–Se menciona que el posible entregador podría estar vinculado con militares e Iglesia.
–No
puedo hablar. Están averiguando nuestros abogados y la Justicia. Se
tiene que averiguar cómo Guido fue a parar ahí. Sabemos que se lo
llevaron de La Plata.
La investigación judicial que actualmente
investiga Servini de Cubría (y podría pasar a la Justicia platense
porque Laura estaba secuestrada en La Cacha) tiene como puntapié una
denuncia radicada en Abuelas hace aproximadamente cuatro años. Allí se
apunta al dueño del campo en el que vivían los Hurban, Carlos Francisco
“Pancho” Aguilar, un empresario agropecuario oriundo de Olavarría a
quien se vinculó “con las fuerzas y la Iglesia” local. Se lo sindica
“como el último eslabón de la cadena” en la entrega del bebé robado. La
acusación ya fue presentada por el equipo jurídico de Abuelas en
Tribunales.
La muerte de Aguilar, que ocurrió en marzo de este
año, parece haber liberado un secreto guardado durante 36 años: dos
meses después de difunto el productor, Guido fue a Abuelas para despejar
sus dudas.
Las líneas investigativas se centran en Aguilar para
luego ramificarse. El chacarero tenía múltiples vínculos castrenses y
policiales. El dueño de la estancia está unido por vínculos familiares
con un militar fallecido que fuera asesor de Ramón Camps mientras este
se desempeñó como jefe de la Policía Bonaerense durante el terrorismo de
Estado. Se trata de un ex coronel de caballería mencionado en el
informe confeccionado por la Comisión Especial por la Memoria de
Olavarría cuya esposa es “prima” política de “Pancho”. La pista policial
se refuerza con un dato no menor: la partida de nacimiento de Guido
habría sido falseada por un médico local en actividad relacionado con
aquella fuerza.
En Olavarría aseguran que el mundo equino fue un
terreno fértil que Aguilar supo explotar para nutrir su red de
relaciones. Sobre todo, castrenses. Los vecinos aseguran que el
empresario agropecuario, que fue presidente del Centro de Equitación de
Olavarría, entregaba caballos de equitación a los militares e incluso
habría guardado los de su propiedad en el regimiento local. Uno de los
apellidos castrenses fuertes de la ciudad bonaerense que se vinculan con
el productor agropecuario y abonan otra de las hipótesis de la pesquisa
es el del militar Aníbal Ignacio Verdura, procesado por 21 crímenes de
lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención Monte
Peloni, que funcionó en Olavarría. Verdura fue jefe del Área 124
–Olavarría– desde octubre de 1975 hasta diciembre de 1977. Tuvo a su
cargo el Regimiento de Caballería de Tanques 2 (RCTan2) y el Escuadrón
de Ingenieros Blindados 1 (EIBl1). Lo sucedió en el cargo el teniente
coronel Héctor Alberto González Cremer. Los últimos momentos de la vida
de Laura transcurrieron en esas fechas: fue secuestrada a fines de 1977 y
estuvo cautiva hasta agosto de 1978.
Dos meses después de difunto el productor, Guido fue a Abuelas para despejar sus dudas.
Además
de productor agropecuario, Aguilar fue integrante de la sociedad de la
cantera Cerro del Águila, vicepresidente del Club Atlético Estudiantes,
titular del Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA de Balcarce,
dirigente de la Sociedad Rural de Olavarría. En un periódico local lo
definieron como “un reconocido y apreciado vecino olavarriense”, cuyo
“espíritu inquieto lo llevó a incursionar en política en los `90”. En
2007 y 2009 acompañó la lista de concejales de Unión-Pro.