Vale todo
Vale todo

Por Sergio Fernández Novoa
Parece que todo vale a la hora de crear un clima de incertidumbre y malestar. Desde agitar un reclamo salarial por el que jamás se preocuparon hasta ejercer de jueces y fiscales a través de conclusiones sobre supuestos casos de corrupción de funcionarios y personalidades públicas.
Se trata de los medios más grandes en su peor papel, el de partidos políticos opositores. La intención es clara: promover la sensación de un “cambio de humor en la sociedad” que logre resentir el vínculo entre la Presidenta y el Pueblo argentino.
Pretenden borrar, a fuerza de títulos, la legitimidad que supone el 54 % de los votos que obtuvo Cristina hace poco más de cuatro meses. También los sondeos recientes que ubican una imagen positiva de Cristina “muy alta”, por encima del 50 %, como ellos mismos reconocen.
El colmo de la manipulación de Clarín y La Nación fue sacar de contexto
declaraciones del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo
Lorenzetti. Todo vale con tal de horadar el respaldo popular al
gobierno.
La ecuación mediática contiene, entre otros, la huelga docente, las
secuelas de la tragedia de Once, las imputaciones contra el
Vicepresidente y las descontextualizadas palabras del ministro
cortesano.
El resultado que persiguen, y así lo expresan sus editorialistas, es el
malhumor social primero y su movilización después. Fase a la que aún no
consiguen llegar pese al esfuerzo diario. Esto pone en evidencia la
falacia del relato mediático hegemónico. El clima social es bien
distinto al que ellos reflejan.
Esto no significa que no haya cuestiones para el enojo y la protesta.
Sobre todo en nuestro país, arrasado en todos los ámbitos, tanto
material como moral, por casi tres décadas de políticas neoliberales.
Pero una cosa es la bronca y el reclamo, propio de un clima de libertad
como el que recuperamos los argentinos, y otra sus destinatarios.
La crisis de legitimidad, como sabemos desde el 2001, trasciende la
política. Quizás harían bien los medios hegemónicos y sus primeras
espadas mediáticas en mirarse un poco al espejo. Según un relevamiento
sobre el nivel de confianza en los medios de comunicación en América
Latina y el Caribe realizado por Vanderbilt University, la Argentina
ocupa el penúltimo lugar, sólo por encima de Trinidad y Tobago.
El trabajo señala que “es poco probable que los mensajes presentados por
los medios persuadan a las personas a menos que ellos confíen primero
en el emisor”. Sin duda que la decisión de los medios concentrados
nacionales de jugar abiertamente en el terreno político partidario, aún a
costa de sacrificar el contrato de lectura, socavó esa confianza,
colocando a nuestro país en el final de la tabla.
La investigación, que tiene entre sus promotores a la USAID (Agencia de
los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), el BID y el PNUD,
todos insospechados de “populistas”, concluye que lectores y
televidentes “no son neófitos acríticos de cada nuevo mensaje ni, a
pesar del tormentoso pasado autoritario de algunos países, cínicos
resignados en su relación con los medios masivos”.
Tal vez por eso, los grupos mediáticos en la Argentina fracasaron una y
otra vez con en los últimos años. La inmensa mayoría de los argentinos
sabe todo lo que queda por hacer en materia social, laboral o
productiva, pero no confunde a quienes ocasionaron el incendio con los
que tratan de apagarlo y reconstruir el país desde mayo de 2003.
Como escribiera Ignacio Ramonet en “La explosión del periodismo”, su
último libro, “los ciudadanos desconfían de una prensa perteneciente a
un puñado de oligarcas que controlan, además, en buena medida, el poder
económico y que actúan, a menudo, en connivencia con los poderes
políticos”.
Esta semana, Ramonet sostuvo a propósito de la tormentosa relación entre
los medios dominantes y los gobiernos populares de América Latina que
“el sector mediático no se resigna a ser el cuarto poder, quiere ser el
segundo poder después del primero, que es el poder económico, y esta
asociación quiere controlar al poder político”.
Así las cosas, queda claro que las tapas de los medios devenidos en
partidos opositores son tan previsibles como la fría indiferencia con
que la inmensa mayoría de los argentinos recibe su nueva camada de
predicciones apocalípticas. Y enhorabuena que así sea.
Sin embargo, como señaló la última semana la Coalición por una
Radiodifusión Democrática “la ley no cambió la correlación de fuerzas”.
Es tiempo de acelerar y profundizar la construcción de la “otra”
comunicación para garantizar la plena vigencia de la democracia.